Hija de Lilith

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Subieron las escaleras hasta el segundo piso y cuando Johanna estaba a punto de tocar a la puerta esta se abrió.

—Johanna te estaba esperando— la familiaridad de la frase, con la que Julieth recordó a Amatis, no cuadró con el rostro de la mujer, que era por lejos diferente a la del hada. Se llamaba Astrid y tendría alrededor de treinta y cinco años y en todo sentido físico parecía humana. Era de mediana estatura, de cuerpo bien torneado y tez color chocolate claro. Sus ojos verdes, rasgados, estaban delineados finamente con tono dorado y las vislumbraban desde sus tupidas pestañas con gesto misterioso—. Pasa—hizo un ademán para que entraran.

El interior del departamento era cálido, más en un sentido de temperatura, que de comodidad, porque no era acogedor ni de lejos. A parte de ese único adjetivo positivo, Julieth no le encontró nada bueno. Pues para un amante empedernido del orden y la pulcritud, aquello le pareció un antro.

Libros apilados por todos lados, veladores con telas de colores sobre ellos para atenuar la luminosidad del ambiente, objetos esotéricos (varios) desde talismanes, runas, hasta una bola de cristal y mazo de naipes de tarot. Cortinas de cuencas hacían a su vez de puertas para separar los ambientes. Era evidente, tanto por su propio aspecto, (por la vestimenta exótica de colores vivaces y sus accesorios) como por el del espacio que habitaba, que Astrid era una especie de vidente, curandera o hechicera.

" Bruja, el término correcto es bruja. Astrid es una hija de Lilith" Le informó Johanna mentalmente, mientras sus ojos negros pululaban por la estancia sin detenerse en nada en concreto. Al menos Julieth ya sabía concretamente quién era ese alguien que les brindaría la información que necesitaban.

—Sería mejor que te asearas antes de iniciar—añadió Astrid en un todo que no admitía discusión, mientras le indicaba dónde quedaba el cuarto del baño, que por fortuna tenía puerta.—estas hecha un asco.

No tengo la culpa de que mi anfitriona tenga la extraña afición de comer mezclas vomitivas —protestó Johanna.

—Se llama hummus— dijo Julieth con hastío, desde su prisión interior—. Y me sentaría mejor sino te tuviera a ti dentro mío para repeler mi comida— Johanna la ignoró, blanqueando sus ojos, y en cambio se dirigió a Astrid nuevamente

Por cierto, también es un placer verte, bruja—le guiñó, antes de ingresar al interior del cuarto de baño. A July le pareció notar que las tostadas mejillas de Astrid adquirían un tono de sonrojo.

Una vez en el tocador, Johanna se quitó las prendas para darse un baño.

—¿Por qué tuvimos que venir aquí en busca de información? —preguntó Julieth mientras la otra fregaba su cabello con insistencia, para quitar los restos de sangre seca, ahora nuevamente fresca en contacto con el agua, o quizá fuera ella quien lo hacía. Últimamente le costaba diferenciar algunas de sus acciones de las de Johanna, sobre todo en las que más rellenaban la cotidianidad y normalidad como caminar, o comer—.  Y a propósito ¿Cómo sabía la bruja que vendrías? ¿Cómo es que todo mundo siempre te está esperando?

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