No supo si habían sido esos pensamientos los causantes de su pesadilla, o quizá fueran un efecto secundario de su sobredosis de fármacos. Pero, cualquiera fuera el motivo, los sueños de Julieth le habían causado escalofríos.
La tierra negra y árida fue lo primero que vió, una vasta extensión interrumpida aquí y allí por un cúmulo de árboles muertos cuyos cuerpos retorcidos extendían sus brazos despojados y esqueléticos hacía un cielo de plomo y fuego.
No sabía cómo pero podía sentir el aroma del aire, viciado y cargado de azufre. El viento resoplaba, aullando con su lastimero canto, levantando una nube de cenizas, la cual lo volvía más pesado.
No muy lejos divisó un camino ondulante y no tardó en darse cuenta que se trataba de un río, que se extendía por aquel páramo atravesándolo, de punta a punta, como una serpiente de lomo rojo sangre.
El río de lava, fluía arrasando todo a su paso, aunque de hecho no quedaba nada vivo en ese sitio lúgubre y desolado. Entonces lo supo, reconoció el lugar en el que estaba, y de pronto no le pareció tan penumbroso y ajeno. Lo sintió acogedor, lo sintió propio, y entonces se dio cuenta que era su hogar, el valle de Edom.
Cuando abrió los ojos estaba sudando frío y sentía el corazón en la base del cuello en un ligero palpitar. Se fregó los ojos mientras intentaba focalizar en dónde estaba ahora. Palpó las suaves sábanas que estaban ligeramente mojadas, enredadas en sus piernas largas y supo que seguía en su cama.
Luego distinguió un punto de luz rojiza que adquirió forma y se convirtió en un código numérico. Su reloj digital, que colgaba de la pared frente a la cama, marcaba las 3:00 am. Pensaba que había dormido mucho más. Se sentía demasiado pesada, la boca pastosa, y el vientre hinchado por la retención de líquidos. De todos modos, agradecía haberse despertado. La pesadilla había sido horrible.
—No fue una pesadilla, fueron recuerdos, de mi hogar — la voz de Johanna estaba somnolienta, como si ella también hubiera estado adormilada, lo cual era lógico, ya que eran la misma persona, ¿verdad?
Julieth decidió omitir su comentario y se levantó en dirección al baño. Cuando pasó frente al espejo, casi ni se reconoció. Su rostro parecía afiebrado. Sus mejillas estaban arreboladas, sus ojos celestes brillantes como si se hubiera pasado de copas, apenas visibles tras sus parpados hinchados y su cabello rojo se encontraba pegado a su rostro acorazonado.
Intentó acomodarlo un poco mientras liberaba el exceso de líquido y luego lavó sus manos y su cara, mojando también la nuca para despabilarse, pero no fue hasta que se estaba lavando los dientes cuando sintió una especie de sacudida.
Su cuerpo se estremeció íntegramente como si hubiera convulsionado esporádicamente, pero ella seguía manteniéndose en pie, aunque por un momento sintió que perdía dominio de aquel, de sus funciones.
Un breve mareo sobrevino y todo a su alrededor giró.
"¿Un terremoto?" Pensó entonces y al momento negó aquella posibilidad. "No, es imposible, no hay terremotos aquí".
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Desde las Sombras
Paranormal☆DESTACADA en el perfil de SuperhéroesES ☆Ganadora de los premios CARROT 2020 ☆Incorporada a la lista de lectura "Paranormal" del perfil de Superhéroes. "¿Qué pasaría si un día despertaras con un huésped oscuro viviendo en tu interior?" Julieth Bro...