Edom. Final

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En cuanto sus excepcionales ojos violáceos se encontraron con el manuscrito, Ellylon comenzó a avanzar hacia el

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En cuanto sus excepcionales ojos violáceos se encontraron con el manuscrito, Ellylon comenzó a avanzar hacia el.

A primera vista, el caballero hada no se había dado cuenta que el libro sacro estaba en aquella plataforma diamantina, plenamente expuesto y sin protección aparente, aparte de aquella santidad que lo investía y se había dedicado a indagar entre las estanterías abiertas, analizando fugazmente los textos que reposaban en ellas.

Estaba a pocos pasos del mismo, avanzando por uno de los pasillos laterales de la inmensa sala, cuando sintió aquel dolor lacerante en su costado. Notó que alguien lo había herido, logrando perpetrar incluso la malla de la armadura que llevaba y comprobó que también tenía una melladura en sus vestiduras y por ella se podía ver parte de su piel, totalmente ennegrecida, chamuscada, como si algo lo hubiera quemado.

Buscó a su agresor con desespero, empuñando su espada, blandiéndola, hacia cualquier dirección en la que girase, pero no podía ver a nadie. Era evidente que el ataque había sido desde la distancia.

Sus sentidos se pusieron alertas, y la segunda vez que dio un paso hacia el manuscrito, oyó el silbido del aire, y viró hacia sus espaldas, advirtiendo una bola de fuego dorado que iba directo hacia su cabeza. Pero el guerrero ya estando prevenido, y gracias a sus desarrollados sentidos, pudo esquivarla. La bola de fuego mágico, impactó contra una de las columnas de estilo greco—romano que decoraban el recinto y abrió una profunda hendidura en el mármol.

—¡Eres un ruin cobarde que solo sabe atacar desde las sombras!—gritó, y su voz resonó en las paredes del recinto como un eco, pero ningún adversario apareció en escena—. ¡Muéstrate de una vez y pelea frente a frente, te reto! o ¿es que acaso tienes miedo?—prosiguió,  con un tono desafiante.

Está vez sus palabras tuvieron efecto y su oponente se hizo visible, saliendo de su escondite.

Ellylon no podía dar crédito a lo que sus ojos veían.

—Claro que no tengo miedo querido—dijo Astrid avanzando apaciblemente hacia él, con sus manos extendidas, irradiando chispas de fuego dorado—. ¡¿Por qué lo tendría cuando tú ya estás muerto?! –añadió la hija de Lilith y lanzó una poderosa esfera de fuego mágico hacia el capitán de la Guardia Real.

De no ser por sus años de entrenamiento, y por aquella extraordinaria capacidad que tenía Ellylon, de despojarse de sus emociones a la hora del combate, probablemente no hubiera podido resistir el shock de ver a la mujer, que se había convertido en ese escaso tiempo, en algo más que su compañera de batalla, y se había ganado un sitio especial en su corazón, atacándolo.

Pero él no se había quedado paralizado. Tras el breve impacto inicial, su cuerpo había reaccionado, y su instinto de preservación lo había impulsado a moverse, cuando la bruja profirió su tercer ataque.

La bola de fuego, esta vez impactó contra uno de los estantes pulverizando algunos de los libros ubicados en este.

—¿Qué te sucede mujer? ¡¿Acaso estás demente o no eres más que una vil traidora?!—le increpó el caballero hada, desde su nueva posición, semi oculto tras otra de las estanterías del recinto.

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