Con el demonio adentro. Parte I

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Dedicado a DragonbloodLeague

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—Quisiera una cita con la doctora Smith lo antes posible, por favor...No, es la primera vez, pero eso no lo vuelve menos urgente ¿no?

En esos momentos Julieth extrañó los antiguos teléfonos con cable. Sus dedos ansiosos necesitaban en qué enredarse. Un mechón de cabello, suplió la necesidad en aquel momento desesperado. Oyó la respuesta de la secretaría de la terapeuta mientras paseaba por la pequeña sala de su departamento.
Estaba por abrir un surco en las desgastadas baldosas del suelo.

››¿Cómo que hasta Mayo? ¿No tiene nada antes? —dijo nerviosa, mientras se dejaba caer rendida en el sofá. Faltaba más de un mes para Mayo y las alucinaciones se estaban volviendo más frecuentes.

¡No soy una alucinación! Soy alguien real, ya te lo he dicho una veintena de veces —susurró una voz en su cabeza.

››¡CÁLLATE! —gritó la joven en voz alta y al momento se arrepintió—. No, no se lo decía a usted...estaba hablando con una voz interior que no deja de fastidiarme—confesó mientras sus mejillas comenzaban a arderle de pura vergüenza.

Pero para su suerte, esa revelación había causado efecto en la secretaría, porque la conversación tomó otro giro que le tranquilizó los acelerados latidos del corazón y aminoró el rubor de sus, usualmente pálidas, mejillas.

››Sí, sí la semana después de Pascuas me parece bien... ¿Mi nombre?... sí, es Julieth Brown, Julieth con "th" al final—explicó y luego tomó un bolígrafo y anotó el día y la hora de la cita en la libreta que yacía junto al lapicero, en la mesa baja, ubicada al lado del sofá de pana anaranjada.
Podía esperar una semana más. Al menos no era un mes.

››Gracias—musitó y luego colgó el teléfono, esperando no volver a encontrarse con aquella "voz interior", pero sus esperanzas rápidamente fueron disueltas.

Ahí estaba ese chillido exasperante. No se había vuelto menos irritante, desde la primera vez que lo había oído hacía ya unos tres días atrás.

Al principio ella pensó que se debía a un problema de oído, porque empezó como un simple ruido.

"Dominar el habla del huésped, cuesta al menos un día." Había explicado la voz cuando al fin había adquirido mayor definición y los ruidos se habían convertido en palabras y frases. Fue el momento en que Julieth dedujo que no tendría que concurrir a un otorrino sino a un psiquiatra.

"Estoy volviéndome loca. Al fin, mis alumnos lo consiguieron" pensó. Había escuchado casos, de colegas a los cuales el estrés laboral les había causado trastornos a nivel físico y emocional, ¿por qué ella iba a ser la excepción? La suya era una profesión de riesgo.

Desde las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora