Anexo 3. Especial #Markanna

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Dedicada a JayCam

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Dedicada a JayCam

La atmósfera de jolgorio llenaba el suntuoso recinto. Voces, risas, cánticos, se entremezclaban en una híbrida melodía.

Si de fiestas se trataba, los seres mágicos eran los mejores anfitriones. Sus juergas podían durar semanas enteras. La buena música, la abundante comida, las extravagantes bebidas y los magníficos bailes, formaban parte del gran festival de los elfos y las hadas.

En esa ocasión el palacio de Faylinn había abierto sus magnas puertas a otros diversos sobrenaturales pues se celebraba el ascenso del nuevo rey.

—¿No entiendo por qué estamos aquí?preguntó Mildred a su huésped.

La humana ya se había acostumbrado a la presencia de aquella inquilina oscura que habitaba su cuerpo hacía casi una década, al punto de que ambas habían establecido mucho más que una relación simbiótica que aseguraba su supervivencia, sino que podría decirse que habían entablado también una especie de rara "amistad".

—Estaba aburrida de las fiestas mundanas— soltó su moradora, Johanna –. Además las hadas sirven buenas bebidas.

Mildred chasqueó la lengua mientras negaba.

Había accedido a vestir de aquella manera tan "escandalosamente prostibularia" y se había puesto el vestido rojo sin espalda, que su huésped había obligado a comprar para tal evento, e incluso había accedido a retocar un poco su cabello pelirrojo, al mejor estilo femme fatale, pero de ningún modo iba a...

—¿¡Qué haces!?— musitó mentalmente, cuando se dio cuenta que en sus manos sostenía una copa con un líquido rojo pasión burbujeante.

En algún momento, mientras estaba distraída en sus pensamientos, Johanna le había robado el control del cuerpo.

—Emborracharme...es obvio  señaló aquella, volviendo a darle un sorbo a la bebida, pese al ligero temblor de su manoNo te pongas pesada Mildred. Luego podrás volver a tu monótona rutina de monja de claustro: ponerte esos horrendos suéteres de cuello alto y arreglarte el peinado al horrible estilo de príncipe valiente, pero por ahora nos divertiremos— dicho aquello Johanna hizo fondo blanco con el vaso.

Aún no entendía por qué su anfitriona seguía renuente al cambio. Ya lo habían hablado en las sesiones de terapia con la adorable doctora Anne Jones, que había diagnosticado su estado como un "síndrome de múltiple personalidad" y que conocía tanto a Mildred como a su "alter ego".

La terapeuta había llegado a establecer que Johanna era beneficiosa para su paciente, pues representaba el lado de la personalidad que Mildred había reprimido por traumas de la infancia (la mayoría de los psiquiatras siempre atribuían los trastornos a problemas de la niñez relacionándolos especialmente con los padres, pero en este caso, quizá había algo de cierto) y que la habían vuelto una persona demasiado temerosa, introvertida, asocial.

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