El comienzo del fin.

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Cuando la centellante luz del portal se extinguió, las sombras reinaron en el Central Park

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Cuando la centellante luz del portal se extinguió, las sombras reinaron en el Central Park.

Faltando dos horas para la medianoche, el grupo fue trasladado justo al centro de un claro en el bosquecillo del parque, donde la arboleda había formado un perfecto círculo en torno a ellos. La ausencia de la luna se evidenciaba en aquella porción de cielo visible y penumbroso, que les servía de techo. Hasta las estrellas parecían haberse fugado esa noche.

Los miembros de la Guardia encendieron sus iridiscentes espadas, mientras que Astrid aportó luz con su magia, trasmutando sus falanges en una especie de linternas, que rápidamente iluminaron la escena.

A parte de los añejos olmos que constituían buena parte de la foresta, junto a algunos robles y cipreses, que entrelazaban sus leñosos brazos, unos con otros, creando una maya vegetal impenetrable en las alturas; y alguna furtiva ardilla, que los contemplan desde su refugio en las frondosas copas, no había rastros de otros seres vivos o de peligro cerca.

—¡El parque tiene más de 300 hectáreas! ¿Cómo se supone que encontraremos a Amatis y a Merliot a tiempo? —inquirió Astrid, quien fue la primera en romper el silencio.

—De hecho, son 341 hectáreas—corrigió Johanna—Pero no deben estar muy lejos. Lilith intentó ser lo más exacta posible en la ubicación, cuando creó el portal—informó para tranquilidad de todos—. Sigamos por ese camino—indicó, señalando aquella ondulante ruta que se extendía frente a ellos, y que era una de los tantas que habían abierto los senderistas en el bosque.

Pronto el grupo se adentró en el espeso follaje siguiendo el sendero de negra turba que se entremezclaba con la variada hojarasca, la cual amortiguaba sus pasos.

—Sabes, cuando estábamos en aquel episodio alucinógeno inducido por Lilith—comenzó Jen, quien caminaba pegada a Julieth—mi mayor temor fue que tú murieras—confesó. La pelirroja sintió que su cuerpo se tensaba. Hablar de su muerte, cuando estaban próximas a una lucha "mortal" no era buena idea. A pesar de eso, no la interrumpió—. Sin embargo...—continuó la castaña—recrear esa situación de pérdida una y otra vez, de algún modo me sirvió para darme cuenta que antes realmente no estaba preparada para afrontar esa posibilidad, aunque dijera que sí—admitió—. Pero creo que he logrado vencer mi temor al fin.

—Eso es bueno, supongo—musitó Julieth, analizando las últimas palabras de su amada—. Así, si algo me pasa, no te afectará tanto...

—No se trata de eso—rectificó Jen—. Obviamente sufriré si algo te ocurre boba—la pelirroja sonrió, tanto por la nueva declaración de su amada, como por su propia torpeza al interpretar sus palabras anteriores de manera errónea—. Pero me refiero a que ahora soy capaz de ver más allá de este plano, pues mis horizontes se ampliaron, y sé que aunque tú cuerpo o incluso el mío perezcan en este mundo, nuestras almas siempre serán capaces de encontrarse en otros—entrelazó su mano con la de su compañera y buscó sus ojos en la penumbra.

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