El Reino de Faylinn. Parte I

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La luz cegadora del portal se fue extinguiendo poco a poco y las figuras circundantes se volvieron más concisas

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La luz cegadora del portal se fue extinguiendo poco a poco y las figuras circundantes se volvieron más concisas.

Julieth captó esbeltos cuerpos de armaduras doradas, contabilizando diez en total, moviéndose por la desconocida llanura.

Ella estaba en el suelo, pues el portal la había arrojado con furia y había terminado en esa postura, pero una mano masculina, de un sutil tono nacarado, tan pálido como la misma luna que se estaba apagando en lo alto del cielo, la invitaba a ponerse de pie. Mientras que la otra mano, sostenía la mítica caja, que ella había soltado evidentemente en algún punto del pasaje entre las dimensiones.

July sujetó la mano del desconocido caballero y se incorporó, sacudiéndose las partículas del polvo de la ropa, reparando luego en aquellos ojos violáceos, tan familiares para su huésped.

Hola Ellylon—saludó Johanna, aportando un nombre a la desconocida cara—.Tiempo sin vernos.

—Reina Johanna—el caballero hizo una reverencia, y sus largos y ondulantes cabellos agrisados cayeron sobre su armadura; en un contraste de oro y plata.

—¡¿Ha dicho REINA acaso?!— cuestionó Julieth con asombro, en el interior de su mente.

Ya te he dicho que no me llames así. Nunca tuve aspiraciones al trono de Faylinn—retrucó Johanna, al soldado.

—Pero eras la prometida de nuestro Rey e iban a casarse—suspiró con amargura. Los últimos rayos lunares fueron absorbidos por sus ojos, que brillaron un momento con anhelo, durante la evocación del antiguo recuerdo—. Además, está en tu esencia la realeza.—añadió y con eso la curiosidad de Julieth aumentó un cien por ciento

Johanna maldijo interiormente a aquella habladora hada, y deseó con todas sus fuerzas que se callara. Estaba develando secretos que ella se había esmerado en salvaguardar, para conservar su privacidad, ante su anfitriona.

—¡Vamos Johanna no sigas con eso! Creí que en este punto del viaje ya había cierta confianza en nosotras para seguir con secretos—la animó July—. Tú sabes mucho de mí, incluso sabes sobre mi historia con Jen.

La mención de la joven provocó que ella comenzara a buscarla entre el grupo. En su primera vista no había podido reconocerla, pero tal vez ahora que estaba más calmada, podía.

Johanna también aprovechó para rastrear a Astrid, descubriendo que ambas mujeres se encontraban a salvo y que los soldados de la Guardia Real las estaban asistiendo. Principalmente a Jen que se veía algo mareada, ya que viajar en portales podía ser una experiencia agotadora y estresante para los humanos inexpertos.

Dame un momento Ellylon, mi anfitriona quiere cerciorarse de que nuestras acompañantes estén bien—comunicó Johanna, delegando toda la carga sentimental en Julieth. Aunque en el fondo tenía que reconocer que se alegraba de ver con vida a Astrid—.Por cierto, fue una suerte que tú y la Guardia aparecieran en el momento justo para salvarnos y que conocieran nuestro paraje exacto...Pero como la suerte es más artera que Amatis, eso tendrás que explicarlo—le guiñó el ojo astutamente y luego fue a reunirse con las mujeres, que asimismo tenían sus ojos puestos en el cuerpo que ambas compartían, y se abrían paso hacia este, entre aquel tumulto de soldados, que ya habían adoptado cierta formación, y estaban montando un perímetro a su alrededor de manera protectora.

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