Anexo 4. #Julien

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Víspera de Pascuas

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Víspera de Pascuas.

La pelirroja estaba recostada en el cómodo sofá de su sala, sumergida en la lectura de uno de sus libros, cuando el golpe seco, provocado por la caída de otro de los manuscritos, que componían su entrañable colección personal, ubicado en la biblioteca sobre la chimenea, la obligó a levantar la vista de la página. Lo hizo a regañadientes. Lo cierto es que estaba en una de las partes más emocionantes de la obra titulada: "Amor Temporal". Jake y Adele, se habían robado el corazón de Julieth desde las primeras páginas, y ella se preguntaba si al fin concretarían ese amor, que parecía tan esquivo al principio, o si no llegarían a nada. Pero tendría que esperar a averiguarlo.

Perezosamente, se levantó del sofá y levantó el tomo, que yacía boca abajo, abierto de par en par en el suelo. Se trataba del Infierno, de Dante, una obra que solía leer con su antiguo, más siempre presente amor, Jen.

Al levantar el manuscrito, una fotografía de la ex pareja, se desprendió de las páginas y flotó en el aire, hasta que las manos de Julieth la atraparon.

Era una postal de sus días felices. Ambas estaban abrazadas, en una banca del Prospect Park, frente al lago, justo a la hora del ocaso.

La evocación le produjo mucha nostalgia. Hacía días que la imagen de Jen estaba demasiado presente.

Primero, la alarma de su móvil se alteró mágicamente y comenzó a sonar la canción que las representaba y por si fuera poco, pese a ser un tema musical pasado de moda, lo habían tenido en el ranking semanal de la radio que escuchaba, como primer puesto.

Luego, la tv. Ella empezaba a hacer zapping y la imagen se detenía "misteriosamente" en películas o series románticas, cuya protagonista se llamaba Jen o Jennifer.

Y ahora eso.

Si aquellas señales no formaban parte de una conspiración celestial, provenían del mismo infierno. Pero, evidentemente, eran atribuibles a un poder sobrenatural.

Por un momento se vio tentada a llamar a su ex novia para oír su voz en el teléfono y menguar las ansias de que de pronto la estaban invadiendo, pero optó por reprimir ese deseo, ya que finalmente podía derivar en un sentimiento insalubre; después de todo, no siempre era bueno remover el pasado.

Decidió entonces, volver a las seguras páginas de su libro. Pero cuando tomó el manuscrito, algo insólito e igualmente paranormal sucedió: el nombre de la protagonista ya no era Adele, sino Jennifer.

"¡Demonios!" La pelirroja se persignó.

Acto seguido, cogió el teléfono y marcó el número de su ex prometida, el cual sabía de memoria. No formaba parte de su agenda física, pero sí de sus contactos mentales. En realidad, dudaba que Jen aun conservara el mismo número, pero con intentar no perdía nada. Además, comenzó a pensar que tal vez ella estaba envuelta en un problema o algo similar, y que aquellas eran señales de alerta, y ya se estaba desesperando.

El teléfono sonó tres veces, y luego Jen respondió. Su voz, aparte de provenir del móvil, parecía emerger del otro lado de la puerta de su apartamento. Eso la paralizó doblemente.

—¡Julieth!— dijo Jen—. ¿Cómo es qué...—se detuvo de inmediato—. No sé si aún vives en el mismo apartamento, pero estoy en la puerta.

"¡Mierda!"

El corazón de la pelirroja comenzó a latir rápidamente. La mujer que más había amado en la tierra y a quien le había fallado, le estaba hablando nuevamente y contra todo pronóstico, estaba en la puerta de su casa.

La voz le fallaba, pero necesitaba dar una respuesta rápida o la perdería...nuevamente.

—Sí, soy yo...Ya te abro.

Hay momentos en los que no son necesarias las palabras para expresarnos. Nuestros sentimientos más intensos brotan desde la profundidad del ser y se reflejan a través de nuestros ojos, que son portales directos al corazón y al alma.

Julieth y Jen hablaban perfectamente el idioma del alma, y bastó solo una mirada y un par de segundos para trasmitirse todo aquello que aún sentían la una por la otra.

El descubrir que todavía quedaban resabios frescos, palpables, de aquel viejo amor, fue un aliciente para ambas, sobre todo para Julieth, que sintió un inmenso alivio y una gran alegría invadiéndola y pudo esbozar las primeras palabras reales, y pedirle a Jen una vez más perdón.

La sorpresa fue que la castaña también estaba expresando una disculpa, pues al parecer ambas cargaban con sus respectivas culpas. Y cuando al fin las liberaron, sonriendo por aquella asonancia, ya más relajadas, pudieron hablar de muchas otras cosas y lo hicieron durante largas horas.



—Gracias por todo lo que has hecho— le dijo Johanna a Astrid, elevando la vista de la vitria esfera que yacía sobre la mesa, de la sala de estar de la bruja. En la misma se reflejaba una imagen de Julieth y Jen, hablando otro tipo de lenguaje, por lo que era momento de darle su privacidad.

—Fue un placer—Astrid sonrió—. Le tengo especial afecto a esas dos, y ya me urgía emplear mi magia para volver a juntarlas.

—¡Y lo has hecho maravillosamente!— felicitó Johanna. Su aura estaba cada vez más resplandeciente—Creo que ya puedo irme tranquila—anunció.

—¿En serio te irás?—Astrid parecía algo compungida.

—¿Te entristece?

La bruja desvió la mirada.

—Te echaré en falta...

—En ese caso, tal vez pueda quedarme un poco más. Después de todo, tengo que asegurarme de que el pequeño Thomas reciba un buen hogar.

—Julieth y Jen, podrían ser candidatas potenciales para adoptarlo—los proféticos ojos de Astrid se iluminaron. Ya estaba vislumbrando un mundo de posibilidades. Aunque había una que no había podido anticipar.

El timbre sonó interrumpiendo su ensoñación, de manera que la bruja se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta. Del otro lado, yacía un emisario del Palacio de Faylinn.

—My Lady— el atractivo caballero hada hizo una cordial reverencia, que una desconcertada Astrid, correspondió—. Queda formalmente invitada a la Ceremonia de Coronación del futuro rey de Faylinn: Fergus Ellylon Fay II, primero en ascender al trono por linaje y conjunta voluntad popular— le hizo entrega de una invitación—. Esperamos contar con su excepcional presencia. Buenas tardes.

Cuando cerró nuevamente la puerta, Astrid se tomó un momento para examinar la invitación. La misma guardaba todo la suntuosidad y la elegancia propia de los seres mágicos, y conservaba también aquel toque natural tan característico. El papel estaba hecho con fibras vegetales, y desprendía un intenso aroma a azahares. Las caligrafía era antigua, los trazos largos e impecables, en tonos oro, y portaba además el sello real. La bruja sintió un cosquilleo cuando vio las iniciales del nombre de aquel caballero que se había ganado un sitio especial en su corazón, mismo que había sentido, cuando el emisario lo pronunció a viva voz, mientras deslizaba sus yemas por el sello.

Mientras la sonrisa volvía a poblar su rostro, una pregunta giraba en su mente. Si los acontecimientos pasados, solo eran recuerdos de unos pocos privilegiados, cómo era posible que Ellylon la recordaba para tenerla en consideración, a menos que alguien le hubiera sugerido invitarla...

—¡Johanna!— dijo volteando súbitamente, con la certeza de que ella estaba involucrada. Ciertamente, su amiga podría haber ganado alas, pero nunca había perdido su toque de demonia. Sin embargo, era tarde para cualquier reproche o interrogatorio, pues sutilmente, ella había desaparecido antes de ser mencionada.











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