Desde las Sombras. Final.

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Me gustaría decir que Astrid llegó al rescate y salvó la vida de los miembros de la Guardia, pero estaría mintiendo

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Me gustaría decir que Astrid llegó al rescate y salvó la vida de los miembros de la Guardia, pero estaría mintiendo. Sin embargo, no corrió sangre en ese lugar. Al menos no en ese momento.

Cuando las lacerantes hojas metálicas se preparaban para dar el beso mortal, Merliot detuvo la ejecución. No por amor al prójimo, ni mucho menos por arrepentimiento, sino por motivos un tanto más prácticos y frívolos y menos nobles y sentimentales.

—¿Qué es lo que sucede brujo?—
rugió con furia la Reina de las hadas
—. ¿Acaso te volviste loco? ¿Cómo te atreves a contrarrestar una de mis órdenes?

—Su...Alteza...no podemos matarlos en estas tierras...—tartamudeó el hijo de Lilith pegado a su oído—.  Recuerde que ya las hemos purificado el terreno para la invocación del ángel. Si se mancha con sangre inocua...todo este sitio quedará corrompido.

La Reina debió dar la orden formal de detener las ejecuciones, aunque aquella decisión le había pesado a sobremanera.

—Para su buena suerte no morirán ahora. Tendrán el placer de contemplar la ceremonia y luego será su fin, junto con la humanidad que tanto aman—declaró la Reina mirando a sus prisioneros con irritación—. Brujos, armen prisiones de electrum para que nuestros enemigos no escapen—sentenció, y los zahories pusieron manos a la obra de inmediato.

En cuestión de minutos, las mágicas celdas individuales estaban distribuidas por distintos puntos del terreno, en torno al inmenso pentagrama, que aún seguía reluciendo en el centro.

La última en ser arrojada dentro de aquella encantada jaula de barrotes eléctricos fue Johanna.

—Déjame cerrarla, brujo—dijo Amatis, tomando la varita mágica del interpelado, y colocando personalmente el cerrojo a la celda de la hija de Lucifer. Hecho esto, y ante la tirria mirada de Johanna, se acercó a ella para hablarle. En menos de un segundo, con la agilidad de un felino, metió su mano entre los refractantes barrotes, y sujetó su rostro, clavando sus afiladas uñas similares a garras férreamente en su mentón, obligando a la demonia a permanecer ahí inmóvil, sosteniéndole la mirada—. Por si estabas pensando en volver de la muerte e intentar frustrar nuestros planes nuevamente en otra línea temporal, te tengo noticias—siseó el hada—. Aunque nos hayas arrebatado la caja hemos hallado otro método de deshacernos de ti—las comisuras de sus labios se estiraron en una oscura sonrisa y sus ojos se encendieron como calderos de fuego lila—. Por medio de un hechizo se sujeción quedarás ligada a tu anfitriona de forma permanente. Y cuando el Ángel venga y desaparezca a los humanos de la faz del planeta, te irás junto con ella para siempre—sentenció soltando una sonora carcajada—. Así que disfruta tus últimos momentos con vida, mi querida, porque tu eternidad se ha agotado—dicho aquello, soltó su rostro con la misma agudeza con la que lo había sujetado.

Las heridas que habían dejado sus filosas uñas en la piel de Julieth estaban sangrando y pequeñas gotas escarlatas se escurrían por su cuello, hasta ser absorbidas por el cuello de su chaqueta.

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