Capítulo 5

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—Lo siento, no sé qué me pasó.

Continuaba conduciendo mirando solo hacia el frente, agradeciendo que tener el control del volante hacía que no pudiera voltear a verlo. Ni siquiera sabía cómo me sentía, si apenenada o culpable, porque no pude hacerlo. No sé que fue lo que me pasó, me aterré apenas fue por el broche de mi sostén y quité sus manos de inmediato de mi cuerpo. Me arrepentí apenas entré en razón de lo que estaba por suceder, ¿por qué? No tengo la menor idea. Quizás fue el miedo de que solo he estado en la cama con Matías, quizás fue la pena de que me viera desnuda quien fue mi amigo inseparable de la prepa, quizás fue que simplemente no quería hacerlo.

Y ahora no podía mirarlo y tampoco podía hablar con él, todo el camino lo hemos pasado en silencio, un silencio bastante incómodo. Realmente no entendía que era lo que me había ocurrido, cómo fue que el efecto de esa Anette tan extrovertida desapareció así de rápido.

—Hey no pasa nada. Te entiendo, lo entiendo. —Dice, rompiendo con el silencio—. Yo puedo esperar, el tiempo que sea necesario.

Puse la direccional para girar a la izquierda, intentado buscar cómo contestar ante eso último que ha dicho Sebastián, ¿esperar el tiempo que sea necesario? ¿A qué diablos se refiere? Apenas si lo miré de reojo y medio sonreí sin separar los labios, entrando al estacionamiento de la plaza comercial a la que siempre vengo.

—Corrimos con suerte, el estacionamiento no está tan lleno eh. —Solté, cambiando por completo el tema de conversación.

—Sí yo, casi no suelo venir a Galerías.

—Yo sí, me la vivo aquí estudiando. Anda vamos, se me antoja un Strawberry Acaí, ¿ya tienes en mente que vas a pedir? —Cuestiono, intentando fingir que no ha pasado nada entre nosotros.

—Aún no lo sé.

Cerré la puerta del automóvil al bajar y caminé delante de él, todavía no podía mirarlo a los ojos y no tengo idea de cómo voy a sobrevivir con él tanto tiempo en este Starbucks. No importaba que los dos intentáramos fingir que estamos bien y que nada ha pasado, porque la incomodidad se siente incluso en el ambiente. Solo caminábamos en silencio y eso comenzaba a impacientarme. Pero, ¿cómo actuar normal si hace tan sólo un rato estábamos en su cama besándonos y tocándonos como si no hubiese un mañana? No cualquiera podría estar así de tranquilo, ¿cierto?

Sebastián abrió la puerta por mí y me cedió el paso. Caminamos juntos hacia la barra, ahí estaba Liz trabajando y me reconoció de inmediato, pero no dijo nada, solo miraba de reojo a Sebastián, una y otra vez, sin una pizca de discreción. Esta vez, cambié el cold brew por un refresher y decidí no sentarme en mi lugar de siempre, hoy particularmente he roto con la rutina en todos los aspectos y no ha salido del todo bien. Maldición, ¿cómo irá a terminar todo esto?

—Anette...

—¿Qué?

—¿Puedes dejar de fingir que no ha pasado nada?

—¿Qué quieres que diga? Yo, yo no estoy acostumbrada a esto, lo siento, me dio pánico al final y... Lo siento, por dejarte así.

Sebastián se negó con la cabeza y yo tomé un trago de mi bebida, me era bastante difícil poder mirarlo a los ojos.

—No me importa que no hayamos llegado a nada. Fueron los instantes más increíbles que he vivido... ¿Acaso no te has dado cuenta Anette? Tú me gustas y no de ahorita, desde hace mucho.

—No, Sebastián. Lo de hoy fue un rebote, por lo de Ilse. Acabas de cortar con ella, no puedes decir todo eso cuando hace apenas unas semanas la amabas a ella.

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora