Capítulo 25

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14 de abril, 2018

Habían pasado cuatro meses desde que decidí cortar comunicación con Dan, cuatro largos meses. De hecho, creo que no había pensado tanto en él hasta que hoy vi qué día es en el calendario de mi celular, es su cumpleaños y llevo tentada toda la mañana a escribirle una felicitación, pero cada que abría el chat ahora vacío que está en mi WhatsApp me arrepentía por completo, todavía sigo molesta por lo que me hizo.

Todavía sigo sin entenderlo, ¿no estaba enamorado de mí? ¿No era nuestra relación increíble? Creo que ni siquiera se imagina que me sentí como una pendeja cuando vi esa foto y la forma en la que sostenía su cintura. ¡Maldición! A él ni siquiera le gustan las fotos. De esos cuatro meses que salimos, no dejó ni una sola vez que nos tomáramos una foto ¡pero lo hizo con ella! Si tan solo hubiera hecho las cosas bien, si tan sólo hubiera ido al grano con una simple pregunta, yo hubiera dicho «sí» sin dudarlo un segundo. Pero ahora todo quedó arruinado, por una broma por culpa del alcohol según él, por un acto inmaduro según yo.

En otras circunstancias, probablemente hoy estaría pasando el viernes con él. Quizás hubiera organizado algo con Liz, Héctor y Melisa para celebrar su cumpleaños, tal vez una reunión pequeña en el departamento o algo más grande en algún otro lugar de la ciudad. Sin embargo hoy estoy con Frida haciendo algo totalmente diferente, la he recogido de la secundaria y me ha pedido que la lleve a Oasis Coyoacán a comprar un par de cosas a Sephora.

—¿Tienes que me prestes doscientos pesos? —Pregunta, poniendo esa mirada de cachorro en un intento barato por comprarme.

—¿Acaso no sabías cuanto costaba eso?

Frida sostenía en sus manos una paleta de maquillaje, la tercera en lo que va del mes. ¿Acaso no tiene ya suficiente maquillaje?

—Sí, pero también me voy a llevar este delineador, está genial ¿cierto?

—¿Prometes pagarme en la semana?

—¡Sí, sí! Yo le digo a mi mamá que te dé el dinero.

Dejé escapar un suspiro, tomé mi cartera y le entregué un billete de doscientos pesos para que completara lo que tenía para pagar el maquillaje, la vi juntar los billetes y después mirar la paleta que traía en la mano, dispuesta a ir a pagarlo a la caja. Mientras tanto yo me quedé mirando algunos productos de Kat Von D, recordando lo mucho que Ingrid me recomendaba los delineadores a prueba de Elián, digo, de lágrimas.

—¡Muero por probarlo! Vi un tutorial y... ¡Necesito hacerlo ya!

Frida estaba más que emocionada por lo que acababa de comprar, no dejó de hablar de ello ni un segundo. Salimos de la tienda y comenzamos a caminar por Oasis Coyoacán, mirando lo que exhibían en los aparadores de las tiendas, entrando de vez en cuando a las tiendas de ropa, midiéndonos blusas y faldas que no pensábamos comprar pero igual las tomábamos un rato para ver qué tal se nos veían. Finalmente después de un par de tiendas, terminé sucumbiendo y compré dos blusas que me parecieron encantadoras, blusas a las que Frida ya les había puesto el ojo encima para pedírmelas prestadas después.

—Oh no, ha comenzado a llover... ¡Y traigo el cabello planchado!

Fue en ese momento que Frida comenzó a odiar el hecho de que la plaza estuviera al aire libre, intentaba cubrirse la cabeza para que la lluvia no arruinara su peinado perfecto, me rogaba para ir a un lugar techado, al área de comida rápida o al Starbucks que se encuentra justo en la entrada, cualquier cosa que fuese necesaria para pasar el rato mientras la lluvia se iba.

—¿Y por qué no simplemente nos vamos a casa? Ya compraste lo que querías.

—Vamos Anette, estar en casa es aburrido. Por lo menos aquí estamos sentadas tomando café... ¡Y no sabes lo mucho que amo este grilled sándwich!

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora