Justo cuando creí que mi verano iba a ser de lo más aburrido, un nuevo capítulo se abrió en la temporada número diecinueve de mi vida, un gran drama de hecho. Si esto fuera el capítulo de una sitcom —tipo Friends—, el capítulo se llamaría «The one con el perdón que no llega» protagonizado por Matías Licea. Y si mi vida fuera una serie, seguramente el escritor se ha estar divirtiendo bastante.
Casi sin darme cuenta había entrado en ese triángulo vicioso en el que la información pasaba por Tristán como si fuera un teléfono descompuesto. Por las mañanas, él sale a correr con él y a comer por las tardes, y durante todas esas horas que compartían juntos por supuesto que hablaban de mí. Quizás no todo el tiempo, pero si dedicaban aunque sea media hora a hablar del perdón que no ha llegado, de las posibilidades que tenía Matías para acercarse y así sacarse «la culpa con la que ha estado cargando», pero no encontraba ninguna forma de hacerlo. ¿Acaso no es sencillo? Tomas el puto celular y escribes un mensaje. Me cansé de decírselo a Tristán.
Entre más pasaban los días, las ideas me carcomían con más fuerza. Comenzaba a pensar en que sus disculpas no son sinceras o que quizás la culpa que siente no es tan grande, si así lo fuera sé que ya hubiera hecho algo al respecto y ni siquiera se ha atrevido a escribirme. No es como Daniel, que después de que lo he bloqueado de toda red social existente, ha encontrado su desahogo en correos electrónicos diarios con los que busca mi clemencia. Matías no se atreve ni siquiera a escribir un «hola», ¿cómo quiere que me trague el cuento del perdón entonces?
Los días pasan y no obtengo más que mensajes de Tristán contándome de qué fue lo que pudo sacarle a Matías mientras corren, pero de repente todo se quedó estancado en un «quiere hacerlo, pero no sabe cómo». Y solo parecía que Tristán está fungiendo como nuestro mensajero, como siempre lo ha hecho, él siempre está triangulando la información, ni siquiera nuestros secretos están seguros.
Tristán Ayala: Vengo con él, a que no adivinas qué está usando.
Ni siquiera me dio tiempo de responder, me envió una fotografía de la mano de su mejor amigo, estaba usando el anillo que le regalé hace varios años. Yo solía tener uno igual, con esos anillos nos hicimos la promesa de que esto sería «para siempre», pero mucho tiempo después yo perdí el mío y creo que fue un mal augurio, porque a partir de ese momento se rompió la promesa que hicimos al aire...
Anette Ibarra: ¿Por qué lo usa?
Tristán Ayala: No lo sé, no me quiere decir.
Anette Ibarra: Pues debería quitárselo, hace tiempo que terminamos.
Tristán entonces me mandó un gif, dos manos, una femenina y una masculina, unidas por un hilo rojo... ¿Era en serio?
Anette Ibarra: Él se encargó de romper nuestro hilo el año pasado.
Tristán Ayala: Dice que eso no se puede romper.
Bloqueé mi teléfono y continué con lo mío en Excel, aunque no fue por mucho tiempo. Mi hermana Frida entró a mi habitación sin permiso alguno como casi siempre, tomó asiento en la orilla de mi cama y entonces soltó un:
—¿Qué haces?
—Trabajando. Le prometí a mi papá que terminaría esto pronto.
—¿No quieres continuar tu trabajo en otro lado? —Cuestiona, con ese tono de voz que usaba siempre que quería algo.
—No voy a ser tu chofer.
Continué tecleando, a pesar de saber que mi hermana no iba a rendirse hasta que aceptara llevarla a dónde fuera que quisiera ir.
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Solo te quiero para mí [1]
Teen FictionDespués de que Matías termina su relación de años por mensajes de texto, Anette decide darle una segunda oportunidad al amor con Daniel, un chico que termina por revolucionar su vida. Un nuevo amor, un amor del pasado y algunos dramas de por medio...