Capítulo 19

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—Realmente no lo entiendo. —Le decía a Julieta, bloqueando mi teléfono una vez más—. Siempre me desea los buenos días, ya sea con un meme o con una canción. Lleva cinco días sin hablarme. ¿Habrá sido porque no le dije que lo quiero también cuando fuimos a Coyoacán?

—No creo que se haya enojado por eso, ¿o sí?

—¡No lo sé!

Me recargué sobre la mesa, ni siquiera ha abierto el «hola» que le mandé hace tres días y por mi cabeza han pasado todo tipo de escenarios posibles. Hoy es viernes y no tenemos plan para al rato. Ni siquiera estaba segura si quería verme.

—Quizás sólo exageras. —Comenta Julieta—. Son cinco días.

—Es la mala costumbre que me dejó Matías. Cuando se desaparecía sin decir nada regularmente era porque algo estaba mal.

Julieta intentó hacerme sentir mejor regalándome un chocolate mientras terminábamos de comer en la cafetería. Realmente estaba ansiosa, ¿habrá sido por ese «te quiero» que no respondí de la misma manera? ¿Se habrá hartado de mí? ¿Qué he hecho mal? No me iba a sacar esa inquietud de la cabeza hasta que lo tuviera en frente.

—¿Te veo después?

—Claro, me dices en qué termina todo con Dan.

Asentí con la cabeza y besé su mejilla antes de irme. Caminé con una prisa impresionante hacia el estacionamiento, luchando con mi mochila para que no se resbalara por completo de mi hombro y jugando con las llaves del auto esperando pronto apretar el botón para abrir la puerta. Una vez que llegué a mi cajón de estacionamiento, me metí rápido al auto, aventando la mochila al asiento trasero y poniéndolo en marcha para salir de la universidad con dirección a Copilco.

Si corro con suerte, puede que Dan todavía esté ahí a esta hora.

[...]

Pero no fue así. Nadie abrió la puerta del apartamento 1212, ni Héctor, ni Melisa y mucho menos Daniel. Me quedé sentada junto a la puerta con mi celular en la mano, paseando entre Twitter, Instagram y Facebook para perder el tiempo y que la espera no fuera mucho más larga. Después de media hora de estar ahí sentada en el piso decidí ponerme de pie, no está, es inútil continuar esperando. Ni siquiera sé si está en la facultad o si va a volver pronto. Caminé hasta el viejo ascensor y apreté el botón para pedirlo, me he rendido. Sin embargo, cuando las compuertas se abrieron mi día se iluminó por completo, Daniel estaba ahí.

—¿Anette? ¿Qué haces aquí?

Mi respuesta fue simple, lo abracé fuertemente. Daniel por supuesto que no se esperaba mi visita y mucho menos ese abrazo, pero terminó cediendo.

—Hey, ¿qué ocurre?

—¿Estás enojado conmigo?

—No, ¿cómo puedes pensar en eso? —Dan caminó hasta la puerta, sacando las llaves de su bolsillo del pantalón—. Platiquemos adentro.

Me cedió el paso y una vez adentro, cerró la puerta detrás de él. Dejó la mochila sobre el sofá, esperando a que fuera yo quien retomara la conversación que inició en el corredor.

—No me has hablado, ni respondido mis mensajes.

—Necesitaba tiempo. —Responde, mirándome a los ojos—. Siento que me estoy clavando demasiado contigo, necesitaba un poco de espacio por esa razón. Vi lo incómoda que te pusiste el otro día en Coyoacán y... No lo sé, quería ir un poco más despacio por eso, por así decirlo.

—¿En verdad me quieres?

—Como no tienes una idea, Anette. No puedo estar enojado contigo, no sé de dónde sacaste eso. Al contrario, he estado pensando bastante en ti...

Solo te quiero para mí  [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora