6. Blue se ausenta

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Mi tío lo lleva con el psiquiatra de Red. No descarta que los acompañe.

Así que me quedo en la sala de espera mientras Blue habla con el médico. Mi tío está con ellos. Red está sentado al lado mío, con una expresión perdida que me hace recordar a las estatuas de Sócrates, Pitágoras, Aristóteles y otros por el estilo, y que se pueden ver en el «paseo de los pensadores» en Córdoba, mi provincia. Red pasa el día entero con la misma expresión.

—¿Vos también vas a ir con el psiquiatra? —pregunta de repente.

—Sí, quizás, no sé, puede ser, qué sé yo —contesto nervioso.

Una respuesta digna de un doctorado. Soy increíble.

Red se mueve y me mira a los ojos, directo. Siento que me está leyendo el alma, qué sensación más molesta.

—¿Sabés si vas a entrar o no?

—No, no sé.

Red vuelve a su posición anterior. Se gira hacia el televisor que ahora muestra otros nombres.

A veces me da vergüenza pensar que no tengo tema de conversación con mi propio hermano. Si Blue se va de nuestras vidas por alguna razón, nuestras charlas se reducirán a preguntas básicas y monosílabos.

Después de unos minutos, Blue sale del consultorio. Me pongo de pie para irnos, hasta que me doy cuenta que mi tío no ha salido de la sala. Para variar, el médico me hace ademán para que ingrese con él. Me señalo a mí mismo con mi dedo y miro a mi alrededor.

—Sí, Green —afirma Blue, con tono molesto—. Vos.

Cruzo rápido la puerta del consultorio con la cabeza baja, como si me hubiesen castigado. Me siento frente al médico, al lado de mi tío, y espero a que empiece a hablar. Nunca me encontré cara a cara con él. Cuando puedo mirarlo detenidamente, me doy cuenta que es idéntico al psicólogo de Red: con el corte de cabello al estilo militar, las cejas gruesas, la nariz recta y el rostro cuadrado. Lo primero que supongo es que es el mismo psicólogo que también estudió psiquiatría... O que me mintieron sobre lo del psiquiatra, y en verdad estoy frente al psicólogo que yo ya conocía... O que estoy más loco que nunca.

—¿Cómo estás, Green? —me saluda, dándome la mano—. No nos conocemos oficialmente. Me llamo Bruce Soria y soy el psiquiatra de Red.

—¿Puede ser que también sea el psicólogo? —pregunto inseguro. Tal vez quede como un verdadero tonto, quién sabe.

—Red tuvo la misma duda en la primera sesión. No soy psicólogo, soy psiquiatra. Mi hermano gemelo, Bruno Soria, es el psicólogo de Red.

—Ah.

Bueno, no quedé como tonto. Algo es algo.

El psiquiatra busca entre unos papeles que tiene a un costado de su escritorio y de entre medio de ellos saca los análisis de Blue: sangre, orina, biopsias y otros cuantos más. Me las entrega como si yo pudiese entender algo.

—Tu tío me contó todo lo que podía sobre su progresión y Red también me mantuvo al tanto —dice Bruce.

—¿Y para qué son estos análisis?

—Una parte de su angustia está teniendo consecuencias en su anatomía: los dolores de cabeza, de estómago, los vómitos. El cuerpo responde a las emociones, Green. Si no las sacás vos, salen por su cuenta y como quieren.

A mi lado, mi tío asiente con la cabeza.

—¿Blue se va a curar? —pregunto. Dejo los papeles a un lado y lo miro atento.

—No estamos del todo convencidos de que lo suyo sea depresión. Así que voy a hacerle pruebas: tendrán que vigilarlo entre todos. Si durante dos semanas más estos síntomas persisten o aumentan, le diagnosticaré la enfermedad. Hasta ese tiempo, mi hermano y yo nos mantendremos al tanto de sus problemas. Pero necesitamos su colaboración como familia.

Todo por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora