11. Guitarras y violines

388 76 197
                                    

Esa noche en la cena, mi tío le pregunta a Blue qué hizo en el grupo. Entonces, mi hermano vuelve a contar todo lo que me dijo a mí.

—Riley me comentó que baila. Bailar la ayuda a sentirse bien.

Eso no lo había mencionado.

—Hacer una actividad es un buen mecanismo para desahogarse —comenta el tío Ramiro, mientras enreda el tenedor en los fideos—. Por eso, siempre le recomiendan a las personas depresivas que hagan deportes.

—¿Entonces Blue tiene que hacer deporte? —pregunta Red.

—Sería una buena alternativa —admite mi tío—. ¿Qué deporte te gusta, Blue?

Mi hermano se concentra en su comida y los cubiertos. Tiene la cabeza apoyada en la mano, como si no le interesara nada de la charla.

—No sé —resuelve.

—Podemos andar en bicicleta todas las mañanas —propone mi tío—. Me dieron unos días en el trabajo para que me quede en casa hasta que estés bien.

Blue no dice nada. No le gustan los deportes, a decir verdad. No se le dan bien.

—¿Qué te parece? —sigue mi tío—. ¿Andamos en bici o querés otro deporte?

—Ando en bici.

—Genial.

Blue se está tomando su tiempo para decidir todo lo que hace. A mí me desespera que tarde tanto para decir «sí» o «no». Pero a mi tío no parece molestarle demasiado. Espera y espera, tranquilo.

Mi papá también tenía una paciencia interminable.

—¿Y si le hace mal al corazón? —pregunto—. ¿Por qué no hace otra cosa que no implique moverse mucho?

—Green, no va a pasar nada—me responde el tío Ramiro, muy calmado—. Los deportes ayudan al cerebro a oxigenarse. Tienen muchos beneficios sobre la salud: ayudan a que el corazón funcione mejor, colaboran con la circulación de la sangre, con el sistema digestivo. También puede hacer otra cosa que no sean deportes, claro. Dibujar, leer, pintar, por ejemplo, sirven de mucho para sentirse mejor.

Blue revuelve sus fideos, como si no estuviésemos hablando de él. Por un instante, se parece a Red: callado, sumergido en su mundo. Me pregunto qué tanto nos parecemos entre los tres. Casi que no tenemos nada en común y aun así, la gente repite que somos idénticos.

Entonces, se me ocurre una idea.

~*~*~ 

Dos días más tarde, es lunes. Después del colegio y las tareas, Red se sienta en su cama y espera a que vaya con él para enseñarle las emociones. Le pedí a Blue que participe en las «clases». Así que ahora, los dos están esperándome en nuestro dormitorio.

Pero hoy va a ser una clase especial.

Corro a la cochera. Allí, detrás de las bicicletas, están las fundas de dos guitarras, una criolla y otra eléctrica, los violines y un teclado eléctrico.

—Green, Red pregunt... —Me giro. Blue está en la puerta del garaje. Al ver el desastre de movimientos que he hecho, se torna confuso, como si no pudiese creer lo que tiene frente a él. Red aparece detrás suyo a los pocos segundos—. ¿Qué estás haciendo?

—Hoy vamos a hacer música —respondo feliz.

Tanto mis hermanos como yo somos muy apegados a la música. No tenemos gustos muy parecidos, pero aun así podemos actuar como si fuéramos una banda.

Antes de que mamá y papá se fuesen hacíamos música todo el tiempo. Era uno de nuestros pasatiempos preferidos. No importa si fueron los genes del abuelo Juan o la influencia del colegio al que asistimos desde que tenemos cuatro años, la música era una parte indispensable en nosotros. Mas luego ocurrieron tantas cosas que nos olvidamos de ella. Yo, por lo menos, ni siquiera tenía ganas de tocar la guitarra.

Todo por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora