8. Enseñando a sonreir

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El psiquiatra de Red está serio, incluso creo que enojado. Aunque Red dice que él es así todo el tiempo.

Otra vez, es lunes, y estamos sentados en el consultorio del psiquiatra Bruce Soria. Aunque ahora también nos acompaña su hermano, Bruno Soria y, como es obvio, Blue no está. Los dos se han enterado de la internación de mi hermano y ambos están dispuestos a ayudarnos. Bruce se muestra recto y habla con tono directo, mientras Bruno se mece en la silla. En verdad, ni siquiera parece que esté escuchando a su hermano: tiene la vista clavada en un cuaderno. Mi tío no dice mucho tampoco, aunque presta atención a todo.

A simple vista, los gemelos son idénticos. Incluso tienen el mismo corte de cabello (al estilo militar), los mismos ojos, las mismas cejas. Podría confundirlos si no fuese porque sus gestos los delatan: Bruce es mucho más organizado y respetuoso que Bruno, quien parece estar en el living de su casa.

—¿Saben para qué están acá? —cuestiona Bruno.

—Para hablar de nosotros —admito con mal humor.

—Muy bien, Green. ¿Cómo se han sentido esta semana?

—Muy bien —miento, con una gran pizca de sarcasmo.

—No me sentí muy bien —responde Red—. No quería ir al colegio.

—No querer salir de casa es uno de los síntomas de la depresión, Red —menciona Bruno—. Pero has hecho muy bien en ir al colegio. Significa que tenés voluntad para superar el mal momento. ¿Les gusta ir al colegio?

—¿A quién le gusta ir al colegio? —me burlo.

—A mí me gusta —contradice Red—. Me gusta aprender y me gusta que mi colegio sea de orientación musical. Me gusta la música.

—¿Te gusta la música, Green? —pregunta Bruce.

Siempre me gustó la música. Toco violín, guitarra, piano y flauta. Pero eso no me da ganas de ir al colegio.

Bah, en verdad, me gustaba ir al colegio, porque me gustaban las horas de música. Y tenemos música todos los días. Mi colegio es el único instituto coral en toda Sudamérica y somos reconocidos en todo el mundo por nuestro famoso coro de niños.

Me gustaba mi colegio. Estaba orgulloso de estudiar ahí. Pero ahora no encuentro razones para seguir estudiando.

—Sí, sí me gusta la música —admito, en voz baja.

—Es muy importante que hablemos de lo que sienten —explica el psiquiatra con tono determinante. Parece un soldado—. Hablar de las emociones es primordial para sentirse mejor.

—Claro. Blue no habla —suelto—. Si se hubiera desahogado, ahora no estaría internado.

—Blue sí habla no es mudo —me corrige Red—. Además, Blue sí dijo lo que le molestaba. Él declaró que su vida era «un conjunto de mierdas».

No sabía eso. Es evidente que ellos dos hablan mucho más.

—Red, no uses ese vocabulario de mal gusto —le advierte mi tío, que se había mantenido muy callado hasta el momento.

—Yo solo repetí sus palabras...

—Sí, pero esa última palabra no es una palabra que sea «linda» de escuchar.

—Entonces..., ¿por qué Blue la usa?

—Porque él está pasando por un mal momento y tiene que descargarse de alguna manera. Cuando se recupere, le vas a enseñar las buenas palabras.

—Green también suele usar malas palabras —agrega mi hermano.

Ups.

Ya me delataron. Green, sal del consultorio y corre por tu vida.

Todo por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora