20. El profe Red Jaquet

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Al otro día, es martes. Apenas volvemos del colegio, mi tío se acerca a hablar con nosotros.

—Los cardiólogos me informaron que Blue tiene una pequeña arritmia con tendencia a la bradicardia —empieza—. Va a poder hacer una vida normal, pero va a tener que hacerse algunos controles. El jueves le dan de alta.

Red no dice nada. Seguro que en su cabeza tiene ideas claras. Ya debe saber cómo cuidar de Blue. No le hace falta buscar en Google cómo rayos se trata una arritmia. Le pido a mi tío que me deletree «arritmia» y busco algo en Internet. No es tan difícil, al parecer. Le tendré que pedir al médico que me explique algunas cuestiones.

Esa tarde le digo a Red que no quiero darle clases.

—¿Por qué? —pregunta, confundido.

—Porque no tengo ganas. A veces, las personas no tienen ganas de hacer las mismas cosas todos los días, Red.

—No tengo clases todos los días, Green.

Detesto que sea tan literal. Por momentos me gustaría que fuese un poco más «normal» para que no se le dificulte tanto entenderme. Si Red fuese «normal», ahora entendería que no quiero estar con él.

Pero Red tiene asperger y nadie puede cambiar eso.

Si Red no tuviese asperger, no sería Red. Si lo cambiaran por alguien normal, no sería lo mismo. Porque esa otra persona no me obligaría a cumplir las normas, ni se esforzaría por entender al otro y tampoco estudiaría las constelaciones por mero gusto. Red, mi hermano, tiene asperger, y a pesar de que a veces me gustaría que sea normal, no lo cambiaría por nadie.

No quiero que Red cambie, pero quiero que cambie sus actitudes. ¿Cómo explico eso?

Ni yo mismo me entiendo.

Me siento en la punta de su cama, con la espalda en la pared. Él se queda quieto en el otro extremo.

—¿Por qué no querés, Green?

Miro a Red. La campera le queda grande y los pantalones, holgados. No me mira, pero me ve. Yo tampoco lo miro, pero sé que está ahí. Siempre fue así. Nunca nos miramos, pero siempre estuvimos ahí.

—No sé qué falta.

Red no dice nada.

—Si Blue estuviese acá, sabría qué hacer —continúo—. Porque Blue planifica todo.

—Pero Blue no está acá.

—Entonces, yo tendría que ser como Blue.

—Pero no sos Blue. Sos Green Jaquet.

Red me mira y yo me enfoco en mis zapatillas negras, un poco sucias.

—Green, sé que nunca me entendiste —escucho—. Lo sé, porque siempre le preguntabas todo a nuestros padres o a Blue. Siempre les preguntabas qué hacer conmigo. Y ahora que ninguno de ellos está, no tenés idea de qué hacer.

—Soy empático —le recuerdo mientras levanto la mirada—. Vos mismo me lo dijiste.

—Y eso no quiere decir que puedas transmitir conocimientos. Yo también siento empatía y sin embargo no entiendo por qué las personas necesitan mover las manos para hablar. Tener algo no significa que tengas poder sobre eso.

No digo nada. Hace mucho que no refuto nada a nadie.

—Tengo alexitimia, Green —comenta Red. No sé qué diablos es eso, tendré que buscarlo en Google—. La parte de las emociones en mi cerebro no funciona bien. Por más que me esfuerce, nunca voy a entenderte completamente. Sé que te pedí que me expliques porque yo creí ser capaz de hacerlo. Pero a veces, está bien aceptar que no podés hacer todo.

Todo por una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora