Me despertó una mano sacudiéndome.
-Déjame en paz, Nick – dije creyendo que estaba en mi casa.
-¿Nick? ¿Quién es Nick? Son las siete. Más vale que empieces a prepararte o si no llegaremos tarde. Hemos pedido tostadas y leche.
-Nick es... era... Bueno, mi hermano mayor – le dije a Arlem.
-Seguro que le ves pronto. Pero tienes que despertarte ya, dormilona.
Resoplé. Odiaba las mañanas. Odiaba tener que madrugar. Era tan horrible. Paré el tiempo y me quedé en la cama un largo rato, hasta que me encontré con suficiente fuerza para levantarme. Descongelé el tiempo y me duché, al igual que Jacob y Arlem. Después, cogí aquella extraña ropa negra y me la puse. Era muy ajustada y cómoda a la vez. No me sorprendía que fuese para entrenar. Cuando llegué a la cocina, solo quedaban mi tostada y mi vaso de leche. Me comí la tostada rápidamente y me bebí el vaso de leche en apenas un trago. Sonó el timbre, y mis amigos y yo fuimos a abrir la puerta.
-Soy Ray Graveyard, el guardia de seguridad que os va a guiar por el edificio. Seguidme. Ahora tenéis que entrenar.
Le seguimos por largos pasillos y grandes jardines. Todo allí era increíble. Vimos el despacho del Señor Barns a lo lejos y un pequeño lago. Finalmente, llegamos a una gran sala parecida a un gimnasio, pero mucho más equipada. Ray nos dejó en la puerta y una voz desde el interior nos ordenó entrar de inmediato.
Un chico de unos veinticinco años que parecía ser nuestro entrenador nos esperaba dentro.
-Habéis llegado un minuto tarde.
Arlem, Jacob y yo nos miramos perplejos. Aquel entrenador me había comenzado a sacar de quicio en menos de un minuto. Nuevo récord.
-Comencemos. Yo soy Joel, vuestro entrenador.
Nos miró y examinó a todos. Sus ojos se posaban lentamente en cada uno de nosotros. Se notaba que se creía muy superior a los demás.
-Cambiad. Enseñadme lo que podéis hacer.
Instantáneamente, hice que mi pelo, mis ojos y mis labios cambiasen de color y unas enormes alas blancas salieron de mi espalda. Miré a Arlem. Sus ojos se volvieron profundamente negros y su pelo blanco como la nieve. De su boca sobresalieron unos afilados colmillos, con los cuales parecía un vampiro, y su piel había palidecido mucho. Jacob también estaba rarísimo. Parecía más ligero que antes y su piel era ahora verdosa. Sus orejas eran picudas, como las de un elfo, y sus manos parecían translúcidas.
Empecé a reírme.
-¿De qué se ríe, señorita Thunderbolt?
-Parece un vampiro – dije señalando a Arlem –, y él un elfo – señalé a mi otro amigo intentando aguantar la risa.
Me miró con desprecio.
-Pues yo no le veo la gracia.
-A mi usted me es igual, señor. Si a mí algo me hace gracia, me río.
Me miró con odio. Me planteé comenzar a ser más agradable con los demás, pero rechacé esa idea con rapidez. El entrenador era horriblemente estúpido y yo esperaba no tener que soportarle mucho más de una semana, y haría lo que fuese para no tener que lidiar con él.
-Es usted muy impertinente.
Reí con ganas.
-No lo niego – dije.
De repente, me percaté de que había más gente en aquel extraño gimnasio. Prendí mis manos, en señal de que estaba a la defensiva. Había aprendido a controlar, prácticamente, todas mis habilidades. Volar era fácil, pero no podía hacerlo con frecuencia. Me imaginé a los niños pequeños gritándoles a sus familiares: ¡Mami, mami! ¡Es un ángel! o cosas por el estilo. En cambio, lo de parar el tiempo... Bueno había descubierto que podía hacerlo poco tiempo antes y todavía no sabía que secretos tenía escondidos aquella extraña habilidad. La famosa habilidad heredada. Estaba aprendiendo a utilizarla en mi vida cotidiana para poder aprovecharme de ella de vez en cuando.
ESTÁS LEYENDO
La Reina Perdida [SC #1]
FantasyHola, soy Odette Thunderbolt, y esta es mi historia. La historia de la chica que veía cosas que los demás no veían, y hacía cosas tanto bellas como mortales. La historia de la chica a la que intentaban advertir, pero ocultaban la verdad. La historia...