Capítulo 24

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Ya había hablado con el Jefe sobre aquello, y partiríamos en la próxima luna llena, la cual aparecería en dos noches, hacía unas tierras situadas al norte. Hablaríamos con sus colegas poderosos y debatiríamos, algo a lo que me había acostumbrado ya.

Me desperté con unos tenues rayos de sol iluminándome la cara. Me estiré y bostecé como nunca antes lo había hecho. Estaba profundamente descansada. El Jefe me había recomendado a ir a los entrenamientos que había después de comer, aunque no estaba obligada. Me apetecía ir. Una pequeña ayuda para desfogarse nunca venía mal, y supuse que sería una buena idea. En el almuerzo, me senté junto a Kim en una mesa con dos chicas más, Katherine y Mikaela, las cuales no paraban de preguntar la razón por la que no se me veía mucho por allí, a lo que yo siempre respondía con la típica excusa de que estaba demasiado ocupada. No pude evitar echar una mirada al lugar. No había ni rastro de Nicco por ninguna parte, pero me alivió ver que sí podía ver a Vera, lo que significaba que no estaban juntos, haciendo manitas o lo que hicieran cuando estaban juntos. Fui hasta su mesa, una vez hube terminado de comer todo lo que se me había proporcionado. Apoyé la mano junto a su bolsa y la miré desafiante, sabiendo que todos los miembros de su mesa, y probablemente los de las mesas de alrededor, me estarían mirando.

-¿Dónde está? – le pregunté directamente.

Ella bufó.

-¡Y yo qué sabré! Ese tío estará bueno, pero es un...

-¡Eh! – La corté antes de que terminase la frase – Un respeto, guapa. ¿Por qué dices eso?

Ella puso los ojos en blanco.

-Porque te quiere demasiado como para que yo intente nada con él. Siempre estás tú por en medio. No hay manera.

Volvió a bufar, y dejó de prestarme atención. Eché a andar hacia su apartamento. Cogí el ascensor y subí hasta nuestra planta. Toqué un par de veces la puerta y esperé. Nadie contestó. Me dispuse a abrir la puerta, pero la voz del Jefe me lo impidió.

-¿Le buscas? – Me preguntó, y yo asentí – A ver si tú consigues sacarle del gimnasio. Ese muchacho necesita descansar.

Le sonreí, agradecida por la información que acababa de darme, y fui corriendo hasta la puerta del gimnasio. Puse la mano en el pomo, dudosa, pero acabé abriendo la puerta un poco violentamente, deseosa de poder tener una buena charla con Nicco, y poder aclararlo todo. No estaba en el pabellón, por lo que me dispuse a buscar en las pequeñas salas en las que se podían programar los robots. Lo encontré en la última estancia. La más pequeña y discreta. Apagué el sistema al que estaban conectados los robots y abrí la puerta de cristal. Él se dio la vuelta hacia mi posición, confuso, y después se puso tenso. Tragué saliva.

-Tenemos que hablar.

Él negó con la cabeza. Ahí estaba otra vez la frialdad que tanto me asustaba.

-No hay nada de qué hablar.

-¿¡Que no hay nada de qué hablar!? ¿Vas a explicarme qué demonios te pasa? – exclamé.

Comenzó a andar hacia mi dirección, pero en el último momento, me esquivó y abrió la puerta para irse. Me quedé quieta durante... segundos que me parecieron horas, en shock por lo que acababa de hacer, pero salí disparada tras él. Le agarré con fuerza el brazo e hice me mirase a los ojos.

-Vas a explicarme qué demonios te pasa, y no es una pregunta – le espeté.

Él negó con la cabeza, y pude apreciar cómo unas lágrimas amenazaban con caer de sus ojos. Di un paso atrás, consciente que estaba perdiéndome algo de mucha importancia. Entonces, se giró y siguió caminando. No corrí tras él. Me froté las sienes y pegué una patada contra el suelo acompañada de un grito de desesperación. Definitivamente, el universo me tenía manía.

La Reina Perdida [SC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora