Capítulo 25

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-¿¡Cómo que ha atacado!? – exclamé.

Marc rio.

-Los brujos somos fuertes, y los humanos ciegos. Además, ni siquiera vino Ella. Hubo unas cuantas bajas. Fue más como un aviso. Ya está. ¿Te estabas preocupando por mí? – preguntó pícaro.

Di un par de toquecitos sobre el reposabrazos de mi silla mientras ponía los ojos en blanco, y observé la vieja y acogedora caseta en la nos encontrábamos.

-Eres bobo, chaval. Bobo.

Él soltó una risita grave.

-Lo que tú digas.

Volví al campamento, después de haber tenido una amena charla de desamores con Marc, y me arrepentí de haberlo hecho al instante. Todo volvía a estar vacío, y Nicco no estaba por ninguna parte. Cam y Edrik me dijeron que no le habían visto desde que me fui al norte. Estábamos los tres sentados en una mesa del comedor, aunque todavía no había llegado la hora de almorzar. Me había duchado, al igual que Cam, cuyos cabellos se le pegaban a la frente. Los míos iban recogidos en una cola de caballo medio deshecha. 

-¡Odette Thunderbolt! – Oí que gritaba el Jefe – Atacaremos mañana al amanecer.

Tragué saliva. Comencé a sudar. Me solté el pelo. Me lo volví a recoger. Y sentí que me daba un infarto.

-¿Quiénes irán? – pregunté.

En aquel momento llegaron Kim y Gabriel, que ni siquiera me miraron a los ojos.

-Iremos todos.

-¡¿Qué?! – Exclamé – ¡Pero si sois humanos, no digáis tonterías!

Ellos negaron con la cabeza, y comenzaron a decir que necesitábamos el mayor número de personal disponible, y que ellos estaban tan bien entrenados como los demás.

-Los mejores pelotones ya están allí. Ha venido el brujo a llevárselos. – Asentí. –Vendrá en media hora a llevarse a los demás, pero necesitará tu ayuda.

A regañadientes, acepté. Fui a prepararme. Llegué a mi habitación. Debía dejarla lo más ordenada posible, para la vuelta, si es que volvía. Miles de pensamientos invadieron mi cabeza. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si finalmente todos moríamos? ¿Y si...? Fui a la cocina, y vi una pequeña hojita de papel mal recortada. Te quiero, leí. ¿Habría sido Nicco? ¿Y por qué ahora? En aquel instante estaba nerviosa, tensa y descontrolada, supuse que querría calmarme. Llevábamos planeando el ataque... semanas. Ya sabíamos en qué parte del planeta situarnos, de qué manera atacar, quienes irían primero... Pero lo habíamos pospuesto un par de veces. Siendo sincera, estábamos todos acongojados, y no teníamos la más mínima idea de qué hacer, aunque a la vez sí la teníamos. Por fin había llegado la hora. En parte me alegré, porque me quitaría un peso de encima, pero... Podían salir tantas cosas mal... masajeé mis sienes y cerré los ojos. Recuerdos de toda mi vida acorralaban mi mente, y no me dejaban pensar. Estaba visualizando mi vida entera. Supuse que mi cuerpo estaba preparado para morir si era necesario. Me cambié de ropa, y ayudé a Marc a trasladar a los demás. Después, volví al campamento a llevarme al Jefe, que era el último que dejaría aquel campamento.

-Espero volver a verlo – me dijo, antes de darme la mano.

-Lo harás.

Salimos de aquel solitario lugar, y, de repente, nos encontrábamos en un desierto lleno de algo parecido a tiendas de campaña.

-¿Estamos todos? – le pregunté a Marc, que asintió.

Alcé el vuelo, y pude apreciar que parecía haber kilómetros y kilómetros de pequeñas casitas recién puestas. Los tritones se habían creado una especie de piscina allí. Me habría reído si la batalla no estuviese a la vuelta de la esquina. Todos nos echamos una siesta de media hora, y, después, comenzamos a caminar hacia la guarida de Clarissa Müller. Oía los pasos de los miles de personas tras mis alas. Yo iba en cabeza, junto con los líderes de las demás razas. Al ver que ni siquiera Marc estaba entre nosotros, en primera fila, alcé el vuelo, y me dediqué a observar desde las alturas, hasta que finalmente pude ver una especie de castillo. Y miles de hombres frente a este, observándonos, armados. Razas extrañas que no había visto jamás y animales fantásticos les acompañaban. Habría jurado que los dragones solo existían en cuentos, y se me cayó el alma a los pies cuando vi uno allí, posado sobre lo alto de la torre más ancha y fuerte de la fortaleza. Tragué saliva, pero me mantuve rondando las nubes, porque sabía que nadie me veía.

La Reina Perdida [SC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora