Capítulo 7

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La alarma sonó a las siete y veinte. Paré el tiempo y estuve en la cama un rato más (vaya novedad). Luego, me duché, me aseé y me vestí. Desayuné un plátano y un sándwich que yo misma había hecho y fui hacia la puerta. Salí y recorrí los largos pasillos de palacio hasta que llegué al salón del trono, donde había quedado con los príncipes. Descongelé el tiempo y, segundos después, llegaron ellos. Sin ninguna pega que poner, fuimos a la estación, cogimos nuestro aerodeslizador y partimos. Al llegar al gimnasio, Arlem y Jacob vinieron corriendo hacia mí.

-¿Dónde has dormido? Tus cosas ya no están...

-Creíamos que te habías escapado o algo por el estilo.

-Bueno... Es que...

No sabía cómo decirlo. ¿Me han obligado a irme al palacio porque si no me encerrarían? ¿Me quieren tener vigilada porque soy una amenaza? No encontraba unas palabras que sonasen ligeras. Sobre todo, cuando ellos eran igual que yo. ¿Por qué el rey solo lo había pagado conmigo?

-Ahora vive con nosotros – dijo Kiran con una amplia sonrisa –, ¿a que sí?

Me miró buscando una respuesta.

-Sí. Vivo en el palacio.

Me rasqué la cabeza, intentando desviar la atención.

-Sí, desgraciadamente vive con nosotros – Aiden era ahora el que hablaba.

Me dieron ganas de pegarle una bofetada e irme a mi casa. Pero no al palacio, ni a mi habitación en Redclaw, sino a mi casa de verdad.

-¡Eh! Discutid en otro momento.

***

Durante aquella semana, o lo que quedaba de ella, nos dedicamos a entrenar físicamente. Sólo cuerpo a cuerpo. No podíamos utilizar ninguna de nuestras habilidades. Las clases con el profesor McAbel seguían siendo igual de fantásticas y entretenidas y mi estancia en palacio... no era muy agradable. La mayoría del tiempo estaba en la biblioteca y en la sala de música, que eran los únicos sitios dónde me sentía bien. Entonces, llegó en fin de semana. No me habían dicho nada acerca de él, por lo que, el sábado, me desperté a las once de la mañana. Al no haber entrenamiento, no tenía la necesidad de ponerme aquella ropa negra. Me puse unos vaqueros blancos con una sudadera granate y unas zapatillas de deporte a juego con mi sudadera. Salí de mi habitación y me crucé con la reina.

-¡Hola, cariño! - me saludó alegremente.

-Buenos días, su majestad.

Fui con ella hasta el comedor y me senté a su lado. Nadie de la familia real estaba todavía allí.

-El rey está en una reunión, se ha ido temprano esta mañana, y los príncipes están dormidos aún.

Aquello me sorprendió. Comprendía que dos niños de siete años estuvieran todavía en la cama, pero Aiden y Edrik me parecían más serios que aquello. Casi cuando hubimos terminado de desayunar llegaron ellos. Benjamin y Kiran me saludaron con la mano y, obviamente, los dos mayores ni me miraron.

-Edrik, antes de comenzar a desayunar, lleva a Odette hasta su cuarto.

Él obedeció y me dedicó una mueca que solo yo pude ver. Salí detrás de él del comedor. Fuimos en silencio hasta mi cuarto. Cuando llegamos, antes de que yo me metiese en él, me dijo:

-El reino sí que está en buenas manos.

Me sorprendió que todavía le diese vueltas a aquel comentario. Dejé que las comisuras de mis labios se curvaran un poco hacia arriba de manera amistosa.

La Reina Perdida [SC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora