Epílogo

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 Su mano estaba apoyada sobre mi abdomen, habían pasado más de dos años desde la sorpresiva boda que había organizado Noel y toda mi familia, dos años desde aquella inolvidable luna de miel en las montañas, alejados de toda civilización y rodeados de nieve, esa que nunca había conocido.

 Estábamos despatarrados en el sofá de nuestra nueva casa mirando una película que ya había perdido sentido y coherencia hacía media hora atrás; el ventilador algo destartalado apenas nos tiraba un poco de aire en aquel verano insoportablemente caliente. La película pasó a segundo plano y nos pusimos a hablar del nuevo trabajo de Noel donde dictaba Educación Física a niños de preescolar; los niños de cinco años podían sacarlo fácilmente de sus cabales, pero enfatizó con total seguridad de que no lo cambiaría por nada en el mundo.

— ¿Ni siquiera por una partida de póker, nene? – pregunté.

—Ni por una partida de póker, pequeña – dijo con firmeza.

—¿Ni por una partida de strip póker con tu esposa? – su mirada se oscureció de repente y su mano que estaba casualmente apoyada sobre mi estómago comenzó a deslizarse hacia abajo. – Hey – dije tomando su mano – era solo una sugerencia. ¿Todo se reduce al sexo contigo?

—Sabes que si, nena... De acuerdo – dijo resoplando colocando nuevamente su mano sobre mi estómago - ¿Cómo estuvo el almuerzo con tu padre hoy? ¿Algún indicio de que finalmente te dejará emanciparte y fundar tu propia editorial?

—Ni de cerca. Jano no quiere saber nada con que me vaya; me ha duplicado el sueldo, ha conseguido a René para que sea mi ayudante. Creo que está logrando convencerme.

—Si es lo que quieres, por mí está bien. – Sus labios se apropiaron del rincón detrás de mi oreja enviando cientos de descargas eléctricas por todo mi cuerpo exhausto. No puse mucha resistencia luego de confesarle que realmente no quería dejar de trabajar con papá, me sentía cómoda y Jano siempre procuraba que no me sintiera acomodada y me tomaba como un eslabón importante para la empresa. Valoraba mi trabajo y cuando podía recuperaba el tiempo perdido durante esos veinticinco años.

 Mis pensamientos tomaron otro rumbo cuando Noel liberó de su presión el lóbulo de mi oreja y continuó el camino por la curva de mi mandíbula hasta mis labios, todo dejó de tener sentido y mi mundo comenzó a girar nuevamente en torno a él. Estábamos perdidos el uno en el otro una vez que nuestros labios hicieron contacto, como nos pasaba siempre.

 Intentó maniobrar para colocarse sobre mí pero no encontraba la forma y terminé subiéndome a horcajadas sobre él, nos encontramos con que tampoco funcionaba. Hacía un par de meses que no lográbamos hallar la posición adecuada o la que resulte más placentera o menos incómoda.

—Podríamos solo besarnos... - dijo con una mueca. Negué con la cabeza y me coloqué en esa posición que sabía que a él lo volvía loco y de la que yo no era tan fanática. - ¿Estás segura? – la felicidad aplacó su intento de voz de preocupación. Justo en el momento que estaba desabrochando sus vaqueros y que él levantara casualmente mi falda con una suave caricia algo explotó dentro de mí y se abrió paso al exterior. Nos miramos a los ojos, primero presos del pánico y luego la emoción incontrolable.

—¡El bolso, Noel, dentro de mi armario!– grité mientras él se había quedado helado mirando la marca de agua sobre su pantalón. Me puse de pie para cambiarme la ropa, a los pocos segundos apareció Noel en la habitación y cargó el bolso en su hombro. – Vamos, nene, estará todo bien – era extraño que yo en el estado que estaba tuviera que consolarlo a él.

—No sé si estoy listo, pequeña... - dijo sentándose en el borde de la cama mientras maniobraba para cambiarse el pantalón mojado.

—Vas a ser el mejor, estarás ahí para ella siempre que lo necesite como hiciste conmigo.

Incandescente - Parte de mí {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora