Once - Una luz a mitad de camino

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Quería que ese fin de semana no terminara, quería estar rodeada por los brazos de Noel toda la noche; sabía que cuando regresáramos a la gran ciudad todo volvería a ser como cuando la dejé y necesitaba a mi amigo, ya no me importaba lo que sentía por él, si estaba enamorada o no; yo quería que todo vuelva a ser como cuando éramos inseparables, cuando podía contar con él para lo que sea.

Me obligué a no pensar lo que vendría después, me dispuse a disfrutar la noche con mi mejor amigo, solo bailé con él y con mis hermanos, no necesitaba a nadie más. Pero la noche se fue acabando y cuando el sol comenzó a aparecer, todos los invitados se despedían, recibí varios números de teléfono que Noel tomaba de mala gana; en mi rostro la sonrisa tonta no se podía borrar. Volvimos los cuatro juntos a la casa de Pablo y Marisa, ella insistió para que mi amigo se quedara a dormir, pues sabía que habíamos estado tomando bastante, muy a regañadientes él cedió. Mi hermano le preparó el sofá y yo lo miré con mala cara.

- Vamos, Pablo, te prometo que no va a pasar nada... No puedes comportarte como un padre guardabosques - dije cuando lo increpé solo en la cocina.

- No, Nila, estás en mi casa y no voy a permitir que te enredes con él de esa manera.

- ¡No tengo quince años! - dije con los dientes apretados.

- Hey, pequeña - Noel había entrado a la cocina tras escuchar los gritos, llevaba puesta una camiseta de mangas cortas que era de mi hermano que le quedaba bastante ajustada y mientras se apoyaba en el marco de la puerta la ropa marcaba su cuerpo trabajado y no podía quitarle los ojos de encima, él se dio cuenta y me guiñó un ojo, desvié la mirada - No te hagas problema por eso, no me importa dormir en el sofá y tu hermano tiene razón, estamos en su casa y no deberíamos comportarnos como si estuviéramos en tu casa. Su casa, sus reglas.

- Agg... son dos imbéciles - grité y no estaba segura si era mi bronca o el alcohol haciendo efecto. Escuché unas risas de la cocina y eso me enfadó mucho más. Cerré con un golpe seco la puerta de la habitación de huéspedes, me quité despacio el vestido, no merecía ser la víctima de mi enojo. Me puse una remera vieja que encontré en uno de los cajones y no me importó que sea la favorita de mi hermano, en ese momento podía romperla en mil pedazos.

No pude conciliar el sueño en ningún momento, di tantas vueltas que luego de unos minutos me encontré enredada entre las sábanas, estaba sumamente incómoda. Me levanté media dormida aún y fui hasta la sala, Noel dormía despatarrado en el sofá, tal como lo hacía cuando dormía conmigo, su boca estaba abierta, busqué algún recoveco donde pudiera acostarme a su lado, pero el sofá no era suficientemente grande para los dos, desilusionada di media vuelta pero mi ropa se había atorado con algo, giré para ver qué era lo que me impedía avanzar y vi que un dedo de Noel sostenía el dobladillo de mi camiseta. "Quédate, pequeña", susurró mientras hacía un espacio a su lado. No lo pensé ni una sola vez y me acosté junto a él, estábamos frente a frente. Noel tenía los ojos cerrados y en sus labios se dibujó una sonrisa.

- Sabes que me doy cuenta cuando me estás mirando, nena.

- No quiero dormirme y que cuando despierte no estés. No quiero que este día se acabe y mañana no pueda verte más. - le confesé, dio un largo suspiro y abrió los ojos.

- Entonces debemos aprovechar este momento lo más que podamos. Si quieres estar con Blas y ser feliz, yo no puedo estar en el medio, siempre voy a ser un problema.

- Tú nunca serás un problema para mí, Noel, mi vida sin ti es una mierda - sonrió ante mi franqueza.

- ¿Con esa boquita le dices "te amo" a tu novio? - me estaba provocando aunque fuera inconscientemente.

Incandescente - Parte de mí {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora