Capítulo 4

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            Danitza y JK acababan de ser trasladados a una de las celdas de la comisaría, la joven lloraba aunque trataba de disimularlo.

            — Lo siento, JK... todo ha sido por mi culpa...

            — No digas eso, Dani... no tuviste la culpa.

            — No podía más... podrían coger a la banda por esto...

            — Mientras no digamos nada, nadie va a cogerlos.

            Ella asintió varias veces y se sentaron en la dura cama de la celda a la espera.

            — Espero que mis padres no se preocupen...

            — Tenemos derecho a una llamada... o al menos eso dijo el gilipollas aquel.

            — Si se enteran de que estoy aquí...—  ocultó el rostro entre sus manos sollozando. JK la abrazó con cariño, como un hermano mayor—  mi madre está mal, yo no debería de estar dándole estos disgustos...

            — No te preocupes, ya verás que pronto saldremos de aquí.

            Sentados en la mugrienta cama de Marius, Owen y él consiguieron que la tele pequeña que poseía visualizara algún canal después de darle varios golpes, en el cual salían las noticias a esas horas de la mañana.

            — La pasada noche cogieron a dos de los vándalos que quemaron varios contenedores y pintaron algunos coches... la policía confirma que podrán coger al resto...—  informaba la mujer que daba las noticias—  y al parecer creen que pueden tener cierta conexión con el secuestro de la joven de la foto, Diana Ramírez, desaparecida hace apenas una semana y que para sorpresa de todos, apareció sana y salva nada menos que ayer.

            — Serán cabrones... si nosotros no sabíamos nada de esa piba—  se quejó Owen.

            — Típico, relacionarlo todo para dejar a la gente tranquila, sobre todo si ya tienen una pista sobre seguro—  la tele volvió a perder la emisión y este maldijo.

            — Tenemos que sacarlos de ahí ya.

            — No te preocupes por ello—  Marius apagó la tele—  déjame tu móvil, creo tener por aquí algunos números...—  rebuscó en el desorden que había en unas estanterías que hacían de armario cubiertas con cortinas junto a la cama.

            — Como para encontrar algo ahí...

            Después de unos minutos sin dar con lo que buscaba, Marius terminó tirando la mitad de las cosas al suelo hasta encontrar un bloc desgastado y casi apenas sin hojas.

            — ¡Odio esta pocilga!—  exclamó mirando el desastre en lo que abría el bloc.

            — Puedes permitirte algo mejor, tío.

            — Prefiero no abusar de lo bueno, a ver si encuentro un buen curro, desde que me echaron del último apenas me muevo.

            — Pues debes moverte, no puedes seguir así.

            — ¿Y me vas a decir que tú andas mejor?—  pasó las páginas del bloc.

            — Algún que otro trabajillo hago.

            — ¿Droga? Mal rollo, colega—  se detuvo en una página—  aquí está.

            — Toma el móvil entonces.

Entre BandasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora