Capítulo 8

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Sindy llegó a su casa más tarde de lo que esperaba, saludó a sus padres y corriendo subió a su cuarto. Tenía que terminar un trabajo que ya debía de haber estado entregado, no podía permitirse suspender.

Sus padres ya la habían presionado tras los últimos exámenes y no es que ella no quisiera sacarse la carrera, el hecho es que no podía dejar de estar con sus amigos. Primero no los quería perder, habían sido siempre su mayor apoyo y distracción con sus defectos y virtudes y segundo adoraba bailar, ¿cómo iba a dejarlo todo? Los había visto una vez o querría decir que lo había visto a él, era increíble a su forma, con su estilo único y con tanto carácter.

No había ni un solo día que no fuera al mismo lugar donde lo veía todos los días porque había algo en él que le llamaba la atención.

Sentía una gran necesidad de protegerlo, como si fuera un niño que ha perdido la fe en todo hasta aquel día en el que su amiga del instituto le presentó a su novio, el mundo se le había caído encima. ¿Cómo no se dio cuenta? Era tal y como lo describía ella pero quizás era su deseo de creer que no era él.

Nunca se había sentido más humillada porque ni siquiera supo qué decir. Lo único que agradecía es que ninguno de los dos se hubiera dado cuenta, desde entonces vivía su amor en secreto. Tan cerca y sin poder tocarle.

Muchas veces no lograba concentrarse porque no hacía más que pensar en él. Ver cómo su amiga lo trataba, como se trataban, cuando ella deseaba más que nunca darle todo. ¿Sería amor lo que sentía Ami de verdad? No lo sabía, lo único que tenía claro es que no podía traicionarla.

Aunque si ella le hacía algo, no dudaría en consolarlo a él.

Tocaron en la puerta de su cuarto.

— Sin, cariño, llamaron de la universidad como que tenías que asistir el viernes.

Sindy miró hacia la puerta.

— ¿Por la mañana o por la tarde?

— Por la tarde.

— Joder...— murmuró— de acuerdo, puedes irte. Oyó como los pasos de su madre se alejaban y encendió el ordenador. ¿Qué haría? Ese mismo día era cuando iban a ir al centro comercial a bailar. O se inventaba algo o tendría que asistir a las dos cosas como fuera, ya había faltado a otras reuniones con el profesor, si lo volvía a hacer, posiblemente no podría salvar este curso— maldita sea...— le dio una patada a la papelera que tenía junto al escritorio, luego se puso a terminar su trabajo que llevaba dos días de retraso. Se estresaba por momentos. ¿Cómo iba a poder seguir así?

Pasaron algunos días en los que Owen mejoró bastante rápido y finalmente le dieron el alta a finales de semana.

Marius fue a buscarlo para llevarlo al lugar donde se celebraría la fiesta por haber sido dado de alta.

— Tío, no sabes cuánto me alegro de haber salido de esa cárcel sin barrotes, ¿qué clase de comida es la que ponen? Con eso no hay quien sobreviva en un mes— se colocó el casco que su amigo le dejó en lo que subía en la moto.

Marius sonrió a través del casco.

— Eres un quejica, chaval.

— No te querrás ver en mi lugar, te lo aseguro. Por cierto, ¿a dónde vamos?

— Todo a su tiempo... disfruta del viaje— dijo poniendo en marcha la moto.

Owen meneó la cabeza sonriendo y se fueron del aparcamiento del hospital. Por el camino ninguno comentó nada hasta llegar a la entrada de un centro comercial. Owen enarcó una ceja, confuso.

Entre BandasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora