III

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Siguió dando vueltas en la maldita habitación. Ya estaba harto. Desde hacía dos semanas estaba encerrado ahí sólo con las visitas de los elfos domésticos para traerle la comida y unas cuantas de Samantha y James. El jodido Voldy había decidido que hasta que deje de comportarse como un niño estaría encerrado en su habitación. No tenía necesidad de salir pues la habitación contaba con baño propio y hasta un balcón pero quería salir. Se sentía una maldita princesa de cuento, encerrado en la habitación más alta de la mansión.

"Solo me falta un dragón. Un momento, el Dragón está en Hogwart. A menos que la serpiente de cinco metros de Voldemort cuente y el propio Voldemort. Corrigo, tengo tres dragones" pensó, "Genial, ahora hablo conmigo mismo, simplemente genial"

Había intentado todo para escapar, no valía salir por el balcón porque tenía una barrera mágica, la puerta estaba también sellada y las ventanas ya ni contar. Podría haber utilizado su varita si el jodido Voldemort no se la hubiera quitado cuándo estaba distraído el primer día en su despacho. Extrañaba el contacto con más personas, cartearse con Remus y Sirius, aguantar las discusiones de Ron y Hermione... hasta extrañaba los chillidos de Ginny y los remoloneos de su primo.

- Hola, papá -dijo Samantha apareciendo con un elfo. Lo hacían así para no abrir la puerta y escapara.

- Hola, Sam -contesto con una sonrisa. No se podía enfadar con esa pequeña diablita-. ¿Cómo estás?

- Bien, pero hoy no hablaremos de mi -sonrió la chica-. Padre dice que puedo dejarte salir de la habitación mientras te comportes, cenes con nosotros sin tus berrinches y vuelvas aquí en la noche sin discutir. Si te comportas hoy, podrás salir de la habitación siempre que quieras mientras estés en los terrenos de Malfoy Manor.

- Me portare bien -se apresuro a decir-. Lo juro. Vamos fuera, vamos, vamos -casi saltaba de alegría.

- ¿No quieres cambiarte primero? -se río Samantha señalando que sólo llevaba unos boxers y una camiseta.

Harry corrió al armario sacando uno de los pantalones que le habían comprado, aun cuando él les decía que era demasiado caro, y unos zapatos cualquiera. Se colocó todo rápidamente y volvió a donde Sam sonrojado por la vergüenza.

La chica le sonrió y camino hacia la puerta donde saco la varita y pronuncian "alohomora" en pársel.

- ¿Quieres jugar un partido de Quidditch con James o ir a la biblioteca?

- ¿Podría enviarles una carta a Sirius y a Remus?

- Tendrás que hablar con padre, ¿quieres? -preguntó.

- Si así puedo escribirles... Vamos, llévame con él dragón -ella le miro frunciendo el ceño-. Cosas mías.

- Eso es lo que dices en el futuro -explicó ella-. Le llamas dragón o basilisco. Prefiero no pensar a que te refieres.

- ¿A su humor? -preguntó confundido, ella le miro esperando que entienda. Hasta que cayó y se sonrojo-. ¡No pienses en eso!

Samantha río y le guió al despacho de su padre, donde se quedó a esperar fuera mientras hablaban. Harry tocó la puerta suavemente, había perdido la valentía de pronto.

- Pasa, Harry -oyó del otro lado.

Abrió la puerta, entro, cerró detrás de él y camino hasta estar en el mismo sitio del primer día para sentarse. Miro al suelo, había prometido "portarse bien" y sabía que a Tom le ponía de los nervios que le hablaran sin que él dijera algo primero. Algo que James y Samantha se pasaban por el forro.

- ¿Qué quieres? -dijo fijando su azul mirada en el chico.

- ¿Puedo escribirle a Sirius y Remus? -preguntó con esperanza.

¿Cómo dices? [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora