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Tyler se veía asustado. Sus pupilas se dilataron en cuanto sugerí que cantemos.
Teníamos 15 años cuando lo hicimos por primera vez. Queríamos salir con amigos y tener dinero para comprar la ropa que estaba de moda. Como todo adolescente. Habíamos aprendido a coordinar en el tema de la música y la gente amaba como mi batería se combinaba con su voz. En cuanto cumplimos los 17, Tyler ya no era la misma persona que yo había conocido toda mi infancia. No era mi mejor amigo. Lucía pálido, asustado y dormido casi todo el tiempo. Con mis padres llegamos a pensar que estaba metido en las drogas, pero la verdad es que vivía encerrado en su casa.
En la escuela, nuestro último año, nos sentabamos juntos y él ni siquiera me miraba durante todas las horas. Solo escribía, murmuraba y miraba a la nada. Llegue a consultarle a su madre.
Me dijo que a ella le parecía totalmente normal; un crio antisocial a los 17 años para ella era totalmente normal.
Un día, en el cumpleaños de su padre, mi familia estaba invitada. Toda una cena en el patio con música y mucha gente tomando vino blanco. Adentro, reinaba el silencio y era exactamente dónde se encontraba Tyler. Cuando la fiesta se volvió demasiado aburrida para un adolescente como yo, entré a buscarlo entre la oscuridad.

"Hola Ty" me senté a su lado y acerque mi vaso a su mano. Nego con la cabeza y sonrió en forma de saludo. "¿Como has estado?" Le pregunté.

"Bien" soltó. Jugueteó con sus dedos y miro hacia el piso. "¿Qué tal tú?"

"He estado mejor" sonreí de costado. Me miró y se notaba sus ganas de preguntarme cuál era el motivo. Me encogí de hombros y miré a un costado. Escuche un murmullo casi inaudible, pero en el silencio de la casa podía sentirlo de todas formas. "¿Has dicho algo?" Le pregunté. Nego con la cabeza y se levantó de golpe, caminando demasiado rápido para ser normal.

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"¿Tyler?" Grité. "Soy Josh, respóndeme por favor." Corrí lo más rápido que pude en los pasillos de su casa. Entre en todas las habitaciones que sabía que estarían abiertas y le rogué que salga. La voz me temblaba y podía escuchar sus sollozos en alguna parte del lugar. "Prometo que no te haré daño".
Su familia no estaba en casa. Habían salido y todo lo que había​n encontrado era un Tyler agresivo al llegar a casa. Me sorprendí al escuchar desesperadamente la voz de su madre en el teléfono diciendo que Tyler gritaba mi nombre entre lágrimas.
Llegué lo más rápido que pude y ya desde afuera, escuchaba como se golpeaban cosas contra la pared. Entré, grité su nombre y comenzó a llorar.
La única habitación en la que no había entrado era en la de su hermana porque desde pequeños lo teníamos prohibido. Y ahí estaba, acurrucado en una esquina de la habitación abrazando una almohada. Su cabeza estaba escondida entre sus piernas y lloraba mientras murmuraba su nombre.

"Tyler, soy yo, Josh." Hablé en voz baja. "Prometo que te cuidaré lo mejor que pueda." Una lágrima bailaba sobre mi mejilla. No sabía si era de los nervios o si la situación y verlo de esa forma realmente me destrozaba. "Mírame" me arrodillé a su lado. "Mírame por favor".

Levantó la mirada. Su rostro estaba bañado en lágrimas y sus manos llenas de tierra y pequeños cortes. Las tomé lentamente entre las mías. Él solo me miró. Sus ojos brillaban y los volvía más claro de lo que eran, dándole un tono infantil.

"No sé qué más hacer con esto" Empezó a decir. Lo calle con un movimiento de cabeza y mi mano sobre su mejilla. "Penny no se quiere ir".

Me limité a mirarlo. Sus ojos no se despegaban de los míos mientras mi pulgar jugueteaba con sus lágrimas casi secándose en su rostro.

"Por favor dile que se vaya".

Apoyé mi frente en la suya. Cerré los ojos y le prometí que haría lo posible para silenciarla y que no tenga que verla ni escucharla nunca, nunca más. Penny ya era más que simple ansiedad.

"Lo haré, lo prometo" abrí los ojos para encontrarme con los suyos mirándome. Levantó su mano, la apoyó en mi mejilla y parecía que nuestros roles cambiaron; ahora él secaba mis lágrimas. Abrí mi boca para decir algo, pero antes de poder decir una palabra, sus labios tocaron los míos de una forma delicada y un poco mojada. Las lágrimas seguían cayendo de su rostro incluso cuando sus cabeza estaba enfocada en otra cosa. Era mi mejor amigo, pero aún así, lo besé y dejé que sus nervios se vayan al ritmo de mis labios.
Y esa, fue la primera vez que nos besamos.

UNA ROSA CONDENA [Joshler] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora