El camino para ver a Darius me parece eterno, hace un buen rato que salí de la ciudad pero siento que aun estuviera justo detrás de mí pero es el arrecife el que me indica que si eh avanzado.
Llevo el regalo para Darius apretado contra mi pecho, lo sostengo con ambas manos para evitar perderlo. No puedo esperar más para ver que lo use. Muevo mis aletas tan rápido como puedo un enorme sentimiento de felicidad me embarga no puedo evitar sonreír. Si sarer me viera en este momento sin duda me diría que estoy loca, bueno más de lo normal, pero a decir verdad hasta a mi me parece imposible que me haya enamorado de un humano, pero yo lo adoro, aunque las reglas de la ciudad nos prohíbe relacionarnos con ellos de cualquier forma, aun con eso no me importa yo lo quiero.
Veo los límites del arrecife con la costa, el oleaje es más fuerte que antes estoy casi en el lugar del encuentro. El lugar común de nuestro amor, donde lamentablemente lo escondemos al mundo tanto de uno como del otro, claro cada uno por sus propias razones; aunque no tengo ni la más remota idea de que le harían a él su gente, a mí seguramente me obligarían abandonar la ciudad o quizá me encerrarían en algún lugar para que jamás vuelva a tener contacto con humanos. El riego aunque incierto lo vale. Ver su cara y besar sus dulces labios, sentir su suave piel y el latido de su corazón, contra mi pecho, la emoción me hace sonreír.
Apenas llego busco la sombra de su bote en la superficie del agua, pero no hay nada, quizá haya llegado un poco antes por lo que esperare. Una espera realmente agobiante, aunque soy una especie de inmortal podría morir justo aquí de desesperación.
El lugar de nuestro encuentro está casi en total calma, el mismo tipo de calma que cuando lo conocí. Hace apenas un mes de eso y no puedo creer lo mucho que me eh encariñado con este humano, mi humano, Darius, Mi Darius.
Vuelvo a mirar a la superficie con la esperanza de que la sombra del barco ya este a la vista pero no es así. Miro al sol. Es cegador como siempre y me lastima al mirarlo directo. Justo como la primera vez que vi a Darius:
Fue en mi primera excursión fuera de la ciudad, había decidido que estaba harta de estar encerrada en la ciudad. Cada día tan solo podía ver como los animales se alejaban hacia el arrecife, iban y venían con total libertad, libertar que yo deseaba tanto. Ahora no estaba limitada a los muros de mi casa, como cuando era pequeña, no, ahora me restringían unos muros aun más grandes. Solo podía verlos y aunque fácilmente podía haber pasado sobre ellos el miedo me cubría justo cuando lo intentaba o siempre había alguien que me lo impidiera, algunas de esas ocasiones fue la misma Sarer quien me lo impidió.
Pero mi deseo de salir y conocer el mundo que me rodeaba era demasiado grande, incluso más grande que cualquier cosa que pudiera encontrarme, como los legendarios monstruos marinos.
Un día justo después del desayuno, decidí que ese por fin seria el día que saldría de la ciudad, mi primera meta era conocer el arrecife del que mi padre me había hablado que se encontraba cerca de la ciudad y que estaba siempre rebosante de vida. Tenía que verlo con mis propios ojos. Confirmar esos hermosos lugares de los cuales mi padre me hablaba desde que era pequeña pero a los cuales jamás me habría llevado debido a las reglas de la ciudad. Y para lograrlo tendría que buscar la manera de salir de la ciudad sin que nadie se diera cuenta. Me acerque hasta la salida norte de la ciudad, suele haber menos concentración de gente.
Esperando el momento adecuado para poder salir sin ser vista, aunque varias veces lo intente siempre pasaba alguien que saludaba y me interrumpía, lo cual pronto me impaciento, por mucho que espere que no pasara nadie para poder salir, nunca tuve tal suerte.
El sol comenzaba a pasar más del medio día, me senté en una roca en un punto cercano a la salida para llegado el momento salir. Después de un largo rato de espera por fin llego mi oportunidad, no había nadie cerca, mire todo mi alrededor, ni una alma cerca era el momento que tanto había esperado, me levante y me acerque a las enormes columnas que hacen de entrada a la ciudad. Las miro con detenimiento, son muy bellas, el sol las baña a la perfección, son enormes tengo que levantar el cuello para poder admirarlas por completo.
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ENCADENADA
Novela Juveniluna sirena de cabellos rojos, un amor prohibido por su pueblo por considerar a los humanos peligrosos e inferiores a ellos. cuando el príncipe de su raza la obliga a casarse con ella y mantenerla encerrada ahí descubrirá los secretos de su pueblo...