CAPITULO 26 "Palabras"

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Tiempo atrás...

Alaila

Mi piel aun quemaba. Era de una manera totalmente desconocida pero no por ello menos agradable. Nuestras frentes seguían juntas después de que en algún punto de mi conciencia volvía a la realidad. Mantenía mis ojos cerrados rogando para que este momento no terminara. Yael seguía dentro de mí y no lo miraba con la intención de moverse en un buen rato.

Y aun así sintiéndolo como ahora me es surrealista todo. Sé que soy una más de sus mujeres. De las que estoy segura serán cientos que han pasado por él. Pero lo que acabo de compartir con el... sé que es algo que no obtendré jamás.

Porque aun después de mirarme en mi fresca locura no se detuvo. ¿En qué cabeza cabe hacer lo que hice? Por dios, le saque sangre, una que ahora se iba secando entre mis dedos ¿Cómo eso no lo hacía huir?

Si no que incluso lucho con más fuerza.

Por mí.

O al menos así lo quiero ver yo.

Su mano se movió con delicadeza por mi brazo causando que soltara un gemido casi silencioso. Era como si toda la vida hubiera estado insensible, sin ser consiente de mi piel. Porque incluso podía sentir la suave brisa que se filtraba en la casa. Del corazón que ahora latía con un poco más de suavidad de Yael, que se encontraba aun encima de mí.

¿Pero... que seguía ahora? Ya tenía lo que tanto persiguió. ¿Me despidiera por fin? ¿O simplemente me ignorara sin más?

Y esas dudas hacen que por fin vuelva por completo a la realidad. Empiezo a moverme para tratar de alejarme de Yael lo más pronto posible.

― Alaila

Dice en un gemido cuando sale de mí. Ignoro el frio que empieza a recorrerme en el cuerpo para concretarme en alejarlo lo antes posible de mí.

Su rostro es la viva imagen de la confusión y el enojo, pero no más que mi vergüenza para que siquiera eso me importara.

― Alaila ¿qué haces? ―preguntó mientras me cambiaba, sin ocultar lo furioso que se estaba poniendo.

No le respondí así que seguí en mi tarea de vestirme lo más rápido posible dándole la espalda. Escuche detrás de mí como el hacía lo mismo. Y eso era todo. Ni una palabra de su parte y tampoco de la mía. Sea acabo

Si él quería salir ahora de mi vida, estaba bien. Así que intente ignorar como mi pecho se iba oprimiendo mientras escuchaba los latidos de mi corazón en mis oídos. Casi como si estuviera en trance el único lugar en el que podía pensar era en mi habitación, por lo que no dude en correr hacia ella, ignorando la maldición de Yael tras de mí, así como la incomodidad que se empezaba a alojarse entre mis piernas.

Cerré la puerta lo más rápido antes de escuchar a Yael intentar derribarla.

― Alaila ¿¡Qué coño crees que haces!?

Me hice hacia atrás sin apartar la vista de la puerta.

― Alaila ¡abre la puta puerta!

Di un brinco por el fuerte golpe que dio. Era la primera vez que veía a Yael tan enojado.

¿Pero qué rayos le pasaba? Ya tuvo lo que quería ahora que se largue. Por más que no quiera, solo que se vaya. Me fui directo al baño sin dejar de escuchar los golpes de fondo.

Me quite la ropa con toda la calma que mi mente podía reunir. Mire mis dedos notando como la sangre entre ellos se miraba completamente seca. No pareció molestarle que hiciera eso. Todo lo contrario.

Mire mi reflejo ya no con horror si no con suma curiosidad. Estaba peor que antes.

Mis labios estaban rojos. Casi podía sentir el sabor metálico de la sangre entre mis dientes; si mis brazos tenían con moratones, ahora se cubrían por ellos en su totalidad. Mis pechos le hacían juego con la misma serie de chupetones. Me metí a la bañera para tratar de olvidar o al menos aparentar que nada sucedió.

Los golpes de Yael no pararon en ningún momento y sé que si no derribaba la puerta era al menos una señal de respeto. O eso creo.

Entre a la habitación envuelta en una toalla en total silencio. Tome mi ropa de mi mueble esta vez asegurándome de ponerme ropa interior.

Todo lo hice en el mayor silencio posible. No quería que supiera que estaba. Lo cual era absurdo. Y más cuando sabe perfectamente que no me puedo ir a ningún lado.

― Alaila ― dijo su voz con aparente tranquilidad­― necesitamos hablar, abre la puerta.

― no veo de que.

Dije mientras cepillaba mi cabello. Era verdad no había nada que discutir. Se cual será mi lugar a partir de hoy no veo porque hablar de ello.

― Alaila esto...yo...

― tranquilo no se repitiera, lo entiendo fue un error.

Acabe tragándome un nudo en mi garganta. No hace falta que me haga entender nada. Ya lo sé.

― ¿disculpa?

― Que lo entiendo, no lo mencionaremos. Eso es todo, solo nos limitaremos a nuestra relación laboral.

Trate de sonar lo más razonable posible pero solo se escuchaba tan cruel como lo había imaginado. No me molesta, joder nada de esto lo hace.

― Alaila no se concepto te has formado de mí, pero no es lo que te has planteado. Y si debemos hablar es porque a partir de hoy ya no solo serás tu o tu familia.

Mire la puerta con asombro creyendo que sus palabras no se dirigían a lo que pensaba.

― ¿Qué quieres decir?

Me levanté con cuidado creyendo que la puerta explotaría dejándome ver a Yael.

― Que de ahora en adelante eres mía Alaila.

Me que callada tratando de descifrar lo que esas palabras significaban. Los pasos de Yael se alejaron antes de escuchar la puerta principal cerrarse.

¿Qué era suya?

Pero siento que esas palabras encierran muchas cosas

Y e dije porque no publicar dos. Ahora i meta es publicar de dos o más capítulos.

Ya me puse fecha límite para terminar esta historia.

¡Y pues si les gusto no olviden votar, compartir y comentar hermosas!


Mi prisión    #DescubreTalentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora