CAPITULO 24 "Por fin mía"

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Yael

― ¡que te quites!

Podía ver la duda en su rostro. Podía sentir como temblaba bajo mi cuerpo y estaba más que seguro que si pasaba mis dedos por su coño saldrían mojados. Entonces ¿Por qué se resistía?

Pero si de algo estoy seguro que no dejare que huya, no esta vez. Me quite un poco por encima de ella y lo note. Decepción. Por un segundo mire como quería esto como yo.

― Bien ­― bajo la mirada y trato de ocultar su desnudez. Pero un grito de sorpresa salió de ella cuando me quite la chaqueta― Si tengo que tomarte aquí mismo, que así sea.

― Pero que...

Tome su boca con una desesperación que casi me hacía asfixiarme ¿Cómo era posible que ella siquiera pensara en renunciar a esto? Posicione sus manos a los lados de su cabeza para que no hubiera resistencia de su parte.

Se encontraba prácticamente desnuda debajo de mí y joder si eso no era lo que ansiaba.

Me separe de ella y dejo salir de sus labios un gemido de dolor. No Alaila, aún no sabes lo que será tu dolor conmigo. Pero le gustara, estoy seguro que lo hará.

Saque su delgada blusa de ella y por fin mis ojos se llenaron de ella una vez más. La deje con cuidado en el suelo mientras no dejaban de recorrer cada centímetro de ella. Y mientras más miraba, podía ver como la piel pálida de su cuello obtenía un rosado que la hacía ver más hermosa. Ya que sabía que era debido a la vergüenza.

Empecé a quitarme mi cinturón con la atención puesta en Alaila, por cualquier movimiento que ella decidiera hacer. Pero sus ojos se posaban en todos lados menos en mí. Pero por fin se enfocaron a mi dirección sin apartarse cuando me deshice de mi camisa dejándome sin nada de la cintura para arriba. Mi respiración y la de ella era cada vez más rápida y creo que ya no pondría ninguna resistencia pero con ella nunca se sabe.

― ¿tú...te cuidas Alaila?―era incomodo hacer esa pregunta ya que aunque me contestara negativamente seguiría con mi deseo de que no hubiera ninguna barrera entre los dos.

Trago saliva y con asentamiento de su parte casi imperceptible tire a un lado la idea de sacar mi condón. Sería la primera vez que tuviera sexo sin protección pero tenía el deseo casi enfermo de sentirla solo a ella. Que nada más se interpusiera.

Era mejor que no me viera completamente desnudo, estaba nerviosa y no quería ponerla aún más. Me fui de nuevo a sus labios mientras me posicionaba para por fin entrar en ella. Pero me sorprendí cuando no me correspondió. Note que sus ojos se encontraban cerrados mientras murmuraba algo que no entendía.

― ¿Alaila?

― Hazlo. ―susurro

―necesito que me mires

Sacudió su cabeza como si intentara sacar algo de ella.

― No. Solo hazlo Yael ― me pidió en un a suplica.

Y yo no pude resistirme más.

Mi instinto me exigía penetrarla de una maldita vez pero algo dentro de mí me gritaba que debía ser delicado con ella.

Con una suavidad que mi autocontrol me imponía fui entrando en su cuerpo.

Sus piernas se enredaron en mi cadera e intento empujarse ella misma, pero impedí que lo lograra, por más que también deseara hacerlo.

Pero no reaccionaba. No sabía qué hacer, solo la sentía temblar, pero no de la manera en que estaba hace unos minutos. No, ya que parecía ¿asustada? Será...

No. No puede ser su primera vez.

― Alaila mírame. ― Pero parecía aun absorta en sus pensamientos― Alaila que me mires.

Sus ojos se abrieron de golpe. Pero no había miedo. Era alivio.

Y no los cerró en ningún momento mientras terminaba de llenarla de mí. Solo su boca fue la que se abría más y dejaba salir pequeños jadeos.

Estaba tan apretada que me provocaba un placer casi doloroso, así que espere hasta que empezó a acostumbrarse a mi intrusión. Una que otra mueca de dolor cruzo su rostro pero pasaban tan rápido que pensaba que posiblemente era mi imaginación.

― Me voy a mover ―le susurre con una voz ronca que no reconocía, pero sabía que provenía de mí.

― Si

Entre firme pero con delicadeza y ambos gemimos de puro placer. Pero la sensación era tan fuerte que empezaba rayar la locura de no tomarla como realmente quería hacerlo. Un movimiento de mi cadera volvieron a hacernos gemir casi en un grito. Sentí sus uñas en mi espalda y mi autocontrol empezaba a desaparecer.

― ¡Joder!

Grite en un intento de retenerme un poco más. Pero los gemidos de Alaila no me lo permitían. Me desgarraba, mi deseo me estaba desgarrando por dentro. Necesitaba a Alaila de todas las maneras posibles. Que me suplicara una y otra vez que me necesitaba. De rodillas, amarrada. Su dolor. Su placer.

Todo.

― Más

Susurro mientras sus manos jalaban mi cabello.

­― Despacio.

Le dije pero eran dirigidas a mí. Debía ir despacio con ella. Pero mi barrera caía. Se estaba quebrando.

― No Yael.

Su cadera se movió buscando mis movimientos con más firmeza.

Y fue suficiente para embestirla con todo el deseo que acumulaba desde este viernes. Inclusive con un deseo que parecía haber esperado toda mi vida.

Su grito me excito tanto que temía terminar incluso antes de haber acabado. Pero respire hondo antes de volver a repetir el movimiento.

― Yael ―mi nombre salió en un jadeo que no pudo terminar ya que me adentraba una vez más con la misma intensidad.

Me agarre del borde del sillón para incluso embestirla con más fuerza. Sé que estaba siendo un animal con ella. Pero mi mente no podía conectar con mi cordura en ese momento. Pero sus gritos de placer me hacían más difícil parar.

Solo escuchaba sus gemidos acompañados de nuestras pieles chocando sin parar. No podía parar.

― Alaila.

Dije casi en una súplica porque este no era yo.

Yo no perseguía a una mujer. No me preocupaba una mujer. No necesitaba a una mujer casi tanto como lo hacía en este momento, porque si ella me pedía que no me quería ver una vez más después de esto, no sé qué haría para retenerla.

Tome su boca hasta saborear su sangre. Mi mano que se encontraba en su muslo no dejaba de apretar. Mi respiración se mezclaba con la suya.

Y cuando note sus uñas se encajaban en mi piel con la sensación caliente de mi sangre resbalar entre sus dedos en mi cabello.

Con ese gesto tan inusual e inclusive algo morboso sentí el calambre familiar de que casi terminaba. Sus paredes se apretaban cada vez más alrededor de mi miembro y sabía que ella también lo estaba.

Me separe de ella porque necesitaba verla. Verla deshacerse frente a mí.

Dos embestidas más y fue suficiente para que ella gritara mi nombre provocándome un placer como si hubiese realizado el mayor logro de toda mi puta vida.

Entonces me vine dentro de ella mientras a lo lejos podía escuchar una especie de gruñido.

Y me di cuenta que era yo.

Creo que al final de todo sigo siendo el mismo monstruo de siempre.

¿Pero entonces porque siento que nunca me sentí mejor con ello en mi vida? No como ahora mientras descargaba hasta la última gota de mi semen dentro de mi niña.

Mia.

Por fin mía.


Mi prisión    #DescubreTalentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora