Capítulo V

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Orlando se despertó a las diez de la mañana y maldijo no haber estado despierto para escuchar a Amelia salir. La quería ver antes de que partiera, aunque solo fuera a través de la mirilla. Se duchó rápidamente y salió, recorrió varias librerías comprando diferentes libros que pudieran ayudarla con sus exámenes, estaba seguro de que ella no contaba con los recursos para tener un buen material de estudio para sus clases.

De vez en cuando se descubrió a sí mismo fantaseando con ella, con su risa, con su delicada voz, con su carnosa boca y su atractivo cuerpo. Debía controlarse o iba a terminar obsesionándose con ella, y eso no era bueno, quería una relación sana, quería una persona que excitara su cuerpo y su mente.

Decidió visitar la tienda de deportes de la zona para comprarse unas nuevas zapatillas para correr ya que las suyas estaban muy desgastadas. Estando en el interior escuchó unas risitas nerviosas, un par de chicas lo observaban, lo habían reconocido.

—Disculpa —dijo una de ellas gatunamente—. ¿Eres Orlando Olsen?

—Sí —admitió con una sonrisa, aunque le incomodaba que lo reconocieran, estaba en su naturaleza ser cortés con todas las personas con las que hablaba.

—Ya me parecía que lo eras —dijo la segunda contoneando las caderas al acercarse, provocándolo—. Adoro tus libros, ¿vas a publicar otro?

—Estoy en eso —replicó Orlando sonriendo.

—¿De qué va a tratar la trama? —preguntó la primera acercándose demasiado, su perfume intoxicó los sentidos del joven escritor.

—Creo que mi agente me mataría si adelanto esa información —dijo Orlando tratando de sonar amable.

—¿No podrías hacer una excepción? —interrogó la segunda aproximándose más.

Orlando se sintió acorralado por aquellas mujeres de actitud seductora, su ego interior ladró como un perro emocionado ante unas perras en celo, entonces respondió:

—No, pero podemos hablar de los ya escritos.

—¿En serio? —volvió a preguntar la segunda pegándose a él aún más. Orlando sintió como el aliento mentolado acarició una de sus mejillas.

—¿Podemos invitarte a almorzar? —preguntó la primera recorriendo sus dedos sugestivamente por la cintura de su amiga—. Yo vivo cerca, podríamos ir a mi casa.

—Sí, almuerza con nosotras, por favor —invitó la segunda posando su mano sobre el antebrazo de Orlando mientras entrelazaba sus dedos con los de su amiga.

—Por favor —insistió la primera juntando su hombro al de su compañera, la mirada incitadora de ambas era inconfundible, ya estaba familiarizado con aquellos acercamientos, ocurrían de vez en cuando desde que sus libros habían alcanzado la fama.

La lujuria lo hizo dudar, la imagen de poseer a aquellas dos mujeres disparó su corazón bombeando sangre a su entrepierna, estuvo a punto de aceptar cuando el peso de los libros de estadística lo devolvieron a la realidad.

—Hoy no puedo, quizás en otra oportunidad, gracias por la invitación.

Se apresuró a salir de la tienda sin comprar lo que estaba buscando, dudó de su decisión, pensó en devolverse, se insultó, comenzó a dirigirse de nuevo a la tienda, pero volvió a cambiar de idea y se alejó de aquel lugar lo más rápido que pudo.

Ya había pasado por situaciones similares, una y otra vez, de noche y de día, y el resultado siempre fue el mismo, se sentía vacío y superficial cuando el encuentro terminaba. Su fama lo había llevado a fiestas y reuniones donde las mujeres se le tiraban encima, no por su personalidad, no por su intelecto, no por lo que podía ofrecerles como ser humano, simplemente se acostaban con él porque su nombre aparecía en las portadas de unos libros que se vendían como pan caliente a nivel mundial.

Vecinos (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora