Capítulo XVI

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El lunes a primera hora de la mañana, Orlando entró a la oficina de su agente con la firme convicción de que haría cumplir los planes que se había trazado.

—Alexander —dijo el escritor—. Comunícate con la agencia e informales que solo puedo viajar el fin de semana, preferiría que no explicaras mis razones, pero de ser necesario, infórmales que solo puedo en esa fecha debido a que mi prometida trabaja durante la semana y no voy a viajar sin ella.

—¿Tu prometida? ¡Y no me habías dicho nada!

—Ella no sabe todavía que será mi prometida —replicó Orlando, y ante la cara confusa de su agente, se vio en la necesidad de explicarle —: Estoy seguro de que quiero pasar el resto de mi vida con ella, pero sé que si le pido que sea mi esposa en estos momentos, saldrá corriendo despavorida.

—¿Cómo se te ocurre decir eso? ¿Qué mujer en su sano juicio rechazaría una propuesta de un hombre enamorado con un éxito como el tuyo?

—Sé lo que digo —afirmó Orlando sin ninguna intención de explicarle las complejidades de su relación con Amelia—. En fin, cuadra las reuniones para el fin de semana, y de no ser posible... Bueno, de no ser posible buscaremos alguna manera de hacer que funcione.

Orlando pensó que a su novia no le agradaría que él rechazara esa oportunidad porque no pudiera acompañarlo, y era absurdo no viajar porque no quisiera separarse de ella ni un solo día. Iría aunque la agencia no complaciera su petición, pero guardaba la esperanza de que lograría sus planes, entonces agregó:

—Avísame en el momento que tengas todo coordinado para comprar su boleto, pero debes seguirme el juego y hacerle creer que la agencia está cubriendo todos los gastos, a Amelia no le gusta que gaste dinero en ella...

—Pero la agencia cubriría todos los gastos, con ella o sin ella —replicó Alexander—. De eso estoy seguro, ya me habían informado que lo harían, son ellos los interesados en que las negociaciones se consoliden... Oye, pero ¿con qué rareza te has unido? No está dispuesta a casarse contigo, no acepta regalos de tu parte...

—Esas rarezas son uno de los motivos por los cuales me fijé en ella. Tengo que irme, debo atar unos cabos sueltos si espero convencer a Amelia de que me acompañe a Los Ángeles.

—¿También tienes que convencerla de que acepte un viaje pagado? ¡Guau! ¿Amelia tendrá una hermana para mí? —preguntó el agente.

—Avísame cuando tengas todo coordinado, confío en que los convencerás de que acepten mis condiciones.

Orlando se dirigió al restaurant donde trabajaba Amelia, todavía no era hora de que comenzara su turno, pero debía apresurarse si quería hablar con el dueño antes de que llegara.

—¡Ya me parecía que la felicidad de esa niña debía provenir de alguna parte! —exclamó Pablo estrechando la mano de Orlando de nuevo—. Por supuesto que Amelia puede tomarse el viernes libre, y si necesita otros días más, puede tomarlos sin ningún problema. Esa muchacha siempre ha sido una maravilla, responsable y atenta, y últimamente feliz, muy feliz. Es un placer conocerte.

Una vez más se estrecharon las manos y gustosamente le entregó los datos necesarios para que se comunicara con la hija de la señora Romano. Antes de irse, le pidió que no le dijera nada a Amelia ya que el viaje, si se daba, sería una sorpresa.

Unos minutos después se encontraba en la puerta de la residencia de Renata, quien lo recibió encantada debido a que su visita estaba relacionada con aquella bondadosa chica que cuidaba de su madre.

—¡Claro que puedo pasar otro fin de semana con mi madre! Amelia se merece unas vacaciones. Entonces, ¿tú eres el causante de sus recientes sonrisas? No me malinterpretes, Amelia es toda virtud, servicial y cumplidora, una bendición, pero últimamente se nota radiante. Mi madre me había comentado que la enfermera le dijo que Amelia había encontrado el amor, y eso nos puso contentas a todas. Si alguien merece ser feliz, es ella.

Orlando sintió que su alma se prendió en llamas cuando escuchó la palabra «amor». La posibilidad de que Amelia lo amara era algo que todavía no soñaba con alcanzar, incluso cuando él había aceptado desde hacía mucho tiempo que se había enamorado y que todavía sus sentimientos no eran correspondidos. Estaba seguro de que le correspondería, sin importar el tiempo que tomara, ella lo amaría.

El joven escritor esperó impacientemente la llamada de Alexander en su apartamento, pasaron las horas y tuvo que irse al gimnasio para drenar energía. Al final de la tarde llegó un mensaje de su agente:

Todo listo. Viaje cubierto por la agencia para dos personas este fin de semana. Deben partir el viernes temprano en la mañana para cubrir todas las reuniones en tres días. Te llamo esta noche para finiquitar detalles.

Orlando trotó el recorrido del gimnasio a su casa, rápidamente se dio una ducha y se apresuró a esperar a Amelia en la entrada del edificio. Cuando la vio aproximarse, corrió hacia ella para abrazarla y besarla apasionadamente. Mientras esperaban el ascensor y luego, dentro del mismo, le explicó todo lo que había hablado y hecho ese día, obviando los pequeños detalles relacionados con que él la había llamado su prometida y que Renata había mencionado la palabra amor.

—Lo único malo es que no contaba con que debemos viajar el viernes temprano, pero mañana mismo me encargo de hablar con tus profesores para hacerles entender la situación —terminó de decir Orlando parados frente a la puerta del apartamento de la señora Romano.

Amelia se sintió abrumada por toda la explicación, una contradicción de sentimientos la mantenían silente y confundida, por una parte, la idea de no separarse de Orlando -más que la de viajar a Los Ángeles-, la hizo inmensamente feliz, pero, por otra, que se interpusiera con su trabajo sin consultarle y hablara en su nombre, lo sentía como una especie de agresión a su autonomía.

¿Qué te pasa?, se preguntó, ¿eres tonta o qué? ¿Cómo podrías molestarte por un gesto tan sorprendentemente romántico? Nadie, nunca en tu vida, ha hecho algo similar ni remotamente cercano.

Entonces miró a Orlando a los ojos y se apresuró a contestar para borrar aquel gesto de preocupación expectante del rostro del hombre que amaba.

—No hace falta que hables con ningún profesor, mañana mismo yo les comunicaré que no asistiré el viernes.

Orlando la alzó entre sus brazos para besarla, ella estalló a carcajadas y él la acompañó en sus risas. Por primera vez, desde que habían iniciado su noviazgo, Amelia lo invitó a pasar abiertamente, si todos sabían que él era su novio, ¿por qué no involucrarlos en aquella relación?

La enfermera saludó a Orlando con un abrazo como si lo conociera de toda la vida, y la señora Romano lo invitó a sentarse en la sala de estar para que conversaran sobre su abuela, cenaron juntos, incluso la cuidadora se quedó un par de horas más para conocer al novio de Amelia.

Al final de la velada,Orlando se despidió de todas, guiñándole un ojo a Amelia en complicidad paracomunicarle, sin palabras, que esa noche se escabulliría a su habitación comolo hacía todas las noches.

Vecinos (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora