Capítulo XIV

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Orlando escuchó aquel suave sonido, pero jamás se esperó que fuera Amelia. Atendió el llamado sin ver por la mirilla y sus ojos se abrieron como platos cuando la tuvo frente a él. Radiante, hermosa, con aquel abrigo rojo que lo tentaba con locura y unos sensuales zapatos negros que alargaban sus espectaculares piernas. ¿Para dónde se dirigiría? ¿Dejaría que la acompañara?

—La honestidad es la mejor herramienta de comunicación —susurró Amelia sujetando la mirada de Orlando con dificultad. Él sintió su nerviosismo.

—Sí —replicó el joven escritor—. La honestidad es la mejor herramienta de comunicación.

—Quisiera hablar contigo honestamente —dijo Amelia.

—Pasa —se apresuró a decir Orlando desorientado. Aquella visita era una agradable sorpresa.

Amelia no obedeció inmediatamente, pero cuando finalmente lo hizo, cerró la puerta tras ella y se apoyó de la fría madera sosteniendo el picaporte. En caso de que él admitiera que solo quería tener sexo con ella y nada más, lo mejor era estar en la posición de salir corriendo de ahí rápidamente.

Orlando se giró al darse cuenta de que la chica no tenía intenciones de seguirlo hasta la sala de estar, quizás estaba apurada y debía irse al lugar que la había motivado a vestirse de una manera tan deliciosa.

—Tengo miedo —dijo la chica luego de un tenso silencio.

Orlando la observó por unos segundos, esas palabras eran las últimas que esperaba oír.

—Tienes miedo de lo que sientes hacia mí —replicó el chico.

Amelia quedó sorprendida, ese no era el miedo del que hablaba, pero Orlando estaba en lo cierto, tenía miedo de las emociones que despertaba en ella, solo que no lo había admitido hasta ese momento.

—También tengo miedo de eso —admitió la chica.

—¿También? —preguntó Orlando intrigado.

—Tengo miedo de que yo solo sea algo pasajero para ti, que quieras llevarme a tu cama para luego despacharme como una de las tantas mujeres que he visto salir de tu apartamento —confesó.

—Amelia... —comenzó a decir Orlando acercándose a ella.

—Espera —lo interrumpió levantando su mano para detenerlo antes de que se aproximara demasiado y ella no tuviera la voluntad de decir todo lo que quería—. Te he hablado de mi pasado, te he relatado mis experiencias, no he tomado buenas decisiones en lo que se refiere a los hombres y no quiero cometer más errores, no quiero volver a sufrir. Sé que eres un caballero, sé que tu abuela te inculcó la honestidad como una herramienta de comunicación, que serás sincero si te lo pido. Bueno... te estoy pidiendo honestidad, ¿solo quieres convertirme en una mujer más en tu cama?

Orlando quiso respetar el espacio que ella impuso entre ellos a pesar de lo que quería era rodearla con sus brazos, sin embargo, adelantó un par de pasos más.

—No, no quiero que seas una mujer más en mi cama, quiero que seas «la» mujer con la que comparto mi cama, mis pensamientos, mis palabras, mi tiempo. No podrías ser algo que desechara como si fuera un trapo sucio, despiertas demasiado en mí, me gusta compartir contigo, me gusta escucharte, me gusta tocarte, me gusta hacerte reír. Tenerte en mi cama no sería suficiente, quiero más que eso.

Amelia sintió como su corazón saltaba dentro de su pecho, como su respiración la estaba haciendo temblar, aquellas palabras eran más de lo que esperaba, pero sus temores seguían ahí, reteniéndola, obligándola a dudar.

—¿Qué más quieres? —preguntó la chica.

—Quiero la posibilidad de estar contigo.

Ella no supo que replicar ante aquella respuesta, se le hacía difícil creerle. Le habían mentido demasiado en el pasado.

Vecinos (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora