Capítulo XI

5.6K 405 1
                                    

Cuando Amelia despertó tuvo sentimientos encontrados, su pasado la atacó, le recordó lo ingenua que había sido muchas veces. Orlando estaba utilizando una táctica muy inteligente para llevarla a la cama, haciéndole creer que la respetaba para provocar que ella lo deseara aún más. Un hombre como él no podía considerarla tan especial, una persona tan talentosa, inteligente, atractiva, seguramente la veía como una mujer más que penetrar.

Todo cambiaría luego de que se acostara con ella, ya le había pasado antes, la única diferencia es que él no había intentado llevarla a la cama la primera vez que la besó como otros lo habían intentado, pero eso era porque él era más inteligente. Sabía cómo derribar las barreras de las personas, había derribado las suyas en menos de una semana.

No, no caería en la tentación, no permitiría que la hirieran de nuevo. Recordó el calor de sus labios sobre los suyos y lo cerca que estuvo de dejarse llevar por él.

Su móvil vibró, supo que era Orlando y lo confirmó al leer el mensaje:

Buenos días hermosa, desperté pensando en ti.

Amelia apagó el teléfono y lo escondió en la parte más profunda de su bolsa, no le respondería más. Se apresuró a vestirse para preparar el desayuno, la señora Romano estaba a punto de despertarse, dedicaría su domingo a atenderla y a estudiar. Y así lo hizo.

***

Orlando verificó que su mensaje le había llegado, su móvil se lo indicó y se sorprendió al no recibir respuesta. Esa mujer lo iba a volver loco, le volvió a escribir, pero esta vez el mensaje no fue entregado, intentó llamarla y obtuvo su contestadora como respuesta.

Se frotó las manos contra su rostro exasperado. Sí, esa mujer lo iba a volver loco. Dio vueltas en su apartamento como una bestia salvaje enjaulada, se detuvo varias veces en la puerta conteniendo el impulso de ir a tocarle la puerta y exigirle más besos.

Debía darle más tiempo, estaba marcada por un pasado doloroso, por unos hombres detestables... cómo le hubiera gustado tenerlos en frente para golpearlos hasta el cansancio. Esperaría, sería paciente, intentaría aproximarse a ella al día siguiente.

Durmió muy mal aquella noche, fijándose en la hora una y otra vez, cerca de las seis de la mañana se levantó a prepararse un café, quería verla antes de que se fuera a retomar su evaluación y cuando la escuchó en el corredor, se apresuró a abrir la puerta para encontrársela huyendo por las escaleras.

—Amelia —la llamó.

Ella quedó con un pie en el aire, incapaz de moverse escuchó las siguientes palabras de espaldas.

—Suerte en tu examen.

Ella levantó una mano sin voltearse, murmuró un «gracias» y siguió su recorrido hasta la planta baja.

El examen le resultó fácil de responder, salió feliz del salón de clases buscando al resto de sus profesores para coordinar el resto de las actividades que debía realizar para aumentar sus calificaciones. Todas fueron pautadas para el jueves y el viernes, tendría entre tres y cuatro días para prepararse. Se movió velozmente para ubicar a varios compañeros y así obtener material de apoyo para estudiar, se sentía culpable de tener en su poder los textos que le había prestado Orlando cuando ella lo estaba excluyendo de su vida sin darle ninguna explicación.

Regresó a su hogar con una percepción más optimista de la vida, le había ido muy bien y sentía que en parte se lo debía a Orlando, quería agradecérselo sin exponer su corazón y una idea le vino a la mente, entonces se detuvo en una tienda para comprar recipientes desechables.

Saludó a la señora Romano y a la enfermera diurna, y les preguntó si podía secuestrar por completo la cocina esa tarde. Ninguna tuvo inconvenientes. Sacó todos los comestibles que habían sobrado el jueves anterior, verificó su caducidad y se dispuso a cocinar. Orlando deseaba comida casera y ella se la daría.

Preparó varios platillos que serían fáciles de refrigerar y congelar, los acompañó con un par de postres incluyendo su torta de chocolate. No sabía cómo se los entregaría ya que la idea de volver a ver a Orlando le tenía el cuerpo descompuesto. Las personas hablaban de las mariposas en el estómago, pero ella lo que sentía era un panal de avispas aguijoneando su interior.

Cuando tuvo todo lo preparado detalladamente empaquetado, se dirigió a su habitación para buscar todos los libros que le había prestado, dudó en regresarle los escritos por él debido a que eran un regalo y todavía le faltaban dos por leer. Decidió que esos se los quedaría como el recuerdo de una semana maravillosa.

Escribió una nota y vaciló unos segundos antes de decidir cómo hacer la entrega, había pensado tocar la puerta y decirle brevemente que le explicaba todo en aquel papel aunque lo más correcto era comunicárselo personalmente y no a través de unas palabras escritas. Pensó durante unos minutos, se consideró demasiado cobarde y débil, supo que unos pocos segundos de conversación serían suficientes para desear lanzarse entre sus brazos.

Le tomó un par de viajes colocar todo frente a la puerta de Orlando, puso la nota encima de los empaques y se alejó. La comida podría aguantar un par de horas sin refrigeración y sabía que el chico siempre salía con frecuencia, y que, de no salir, tendría que abrir la puerta para aceptar la comida que seguramente pediría a cualquier restaurant para cenar esa noche.

Regresó a su casallorando y decepcionada decidida a olvidar lo que había comenzado a sentir porél.

Vecinos (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora