2. «Me las vas a pagar»

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SELENA.

Samantha y yo no habíamos vuelto a hablar desde esa pequeña discusión —si es que se le podía llamar así—, sobre el tipo raro con el que me topé el otro día. La verdad, es que creía que Sam estaba exagerando pero al ver que no respondía mis mensajes ni llamadas, empezaba a pensar que la cosa iba en serio. Samantha y yo, pocas veces nos peleábamos y, prácticamente, andamos juntas hasta para ir al baño, así que su ausencia era demasiado notoria. Lo peor era que habíamos discutido por una tontería, por alguien que ni siquiera pinta en nuestras vidas. Esta situación me traía con los pelos de punta.

—¡Se nos hace tarde, trae abajo tu trasero de una buena vez! —gritó, James, mi insoportable hermano mayor.

—¡Ya voy! —cogí mi mochila y baje a toda prisa hasta donde se encontraba mi hermano con una pelota de fútbol en medio de su brazo—. Pareces un niño, James, ¿a caso la escuela no tiene balones?

Él rió sarcásticamente. —Sí, pero no nos van a prestar ninguna.

—¿Por qué? —abrí la puerta y empezamos a caminar hasta el auto de James.

—Reventamos las tres últimas —ladeó la cabeza con su típica sonrisa que hacía que a cualquiera le temblasen las piernas.

Reí y subí al auto con él. Tan pronto como empezamos a emprender marcha mi celular sonó y sabía que era Samantha. Le contesté tan rápido como pude y me alegré al escuchar su aguda voz.

—Al fin te has acordado de mí existencia —murmuré y ella dió un resoplido.

—Selena, sabes que no me gustaría que se repitiera la historia... Otra vez. —suspiré.

—Samantha, no tenías que recordármelo, ¿está bien? Sólo fue curiosidad.

—Eso dijiste la última vez, y mira como terminamos.

—Ya. No quiero hablar de eso. Nos vemos en la escuela.

—No iré —rió—. Me he intoxicado.

—¿Cómo? —pregunté, preocupada.

—Chocolate. —reí fuertemente—. Me ha afectado el estómago, voy al baño cada cinco minutos.

—Eso no era necesario... —me interrumpió.

—Te llamo luego, ¿ya? Creo que... ¡Joder! —hizo una pausa breve—. Adiós, Sel.

Me quedé mirando unos instantes la pantalla de mi celular y me reí como una foca retrasada. Las cosas entre Sam y yo habían regresado a la normalidad y eso, para mí, ya era suficiente. Mi mundo estaba en paz.

—Espero que te portes bien ahora que Samantha está enferma no hay nadie quien te vigile —dijo, James mirándome de forma amenazante.

Reí. —A sus órdenes, comandante.

Baje del auto lo más rápido posible sin escuchar la respuesta de James. La verdad, es que estaba muy interesada en saber qué era lo que le pasaba a ese tipo raro. Ahora que Sam no estaba podía darme la libertad de perseguirlo sin el miedo de que Samantha me descubriera, y como James sólo tenía su absoluta atención en la falda de aquella chica rubia de hace algunos días, no tendría que preocuparme por que el me descubriese.

Los pasillos estaban más repletos de lo normal, lo cual me parecía extraño pues las clases estaban a punto de empezar y, aún así, todos parecían estar muy entretenidos con ellos mismos, murmurando sobre algo a lo que yo era ignorante. Pasé por el pequeño espacio que había con —extrañamente— las miradas puestas en mí. ¿Qué, olía mal? ¿Mi cabello estaba sucio? ¿James me habrá colgado otra nota con algo estúpido en mi espalda? ¡¿Por qué rayos me miraban tanto?!

No Te Acerques A ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora