D I E C I O C H O

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Leo abrió la puerta, y dos personas entraron a mi habitación.

En el instante en que nuestras miradas se cruzaron mi corazón comenzó a latir más rápido y mis ojos se empezaron a nublar.

Una pequeña sonrisita se escapó de mis labios, ocultando un nudo que se acababa de formar en mi garganta.

—Mamá, papá —dije conteniendo el llanto

—Mi niña —mi mamá se abalanzó sobre mí y me dió un fuerte abrazo.

Respiré en su cuello y un aroma me embriagó y llenó por completa.

Ese aroma tan familiar que me transportaba a México, a casa, cuando todo era normal, cuando mi madre era mi madre, Leo era mi hermano y los poderes mágicos eran pertenecientes a cuentos de ficción.

—Te extrañé mucho —le susurré al oído soltando unas pequeñas lágrimas.

—Y yo a ti, mi princesita —ambas nos separamos y le sonreímos a la otra.

Papá se acercó y también me dió un fuerte abrazo que le correspondí.

Se separó de mí y me besó toda la cara. Solté una pequeña risita.

—Dime que este bribón ha cuidado bien de ti —me dijo papá volteando a ver a Leo, el cual se indignó un poco y los cuatro reímos.

—Sí —le respondí sonriendo —. Es el mejor bribón que conozco.

Los cuatro reímos y Leo se aproximó a nosotros, integrándose a nuestro ambiente.

—Díganme, ¿En dónde estaban? —les pregunté a mis padres, borrando la imagen de mi mente, de que pudieron haber estado muertos.

—Después de que Leo te sacó de la casa, seguimos peleando con los sujetos que entraron. No les permitimos el paso y llamamos refuerzos — papá suspiró.

>>Los llevamos a una base que se encuentra en el Golfo de México. Una vez que llegamos ahí nos informaron que iban de camino a Buenos Aires y ya habían abordado el avión.

>>Nosotros íbamos a ir de inmediato a alcanzarlos, pero los sujetos que atrapamos dieron la ubicación de la base.

>>Siete integrantes del ejército de Cyrill llegaron justo antes de que nos fuéramos. Atacaron en lugar y hubo una batalla en la base. No había mucha gente, por lo que nos tuvimos que quedar a defender y el vuelo se fue.

>>Mientras tu mamá cuidaba las celdas los sujetos arrojaron un gas, provocando que todos quedáramos inconscientes, y supongo que después se fueron.

—Cuando volví al campo de batalla —habló mamá —, no había ni un soldado de Cyrill, pero tampoco nuestro. Me alerté y puse un campo de seguridad que nos aparta el mundo.

>>Comencé a buscar por toda la base, y los encontré. Todos estaban desmayados. Los cuidé durante mucho tiempo y probé dándoles antídotos de flores diferentes; nunca fallan.

>>Tu padre comenzó a tener mejoras, por lo que suministré a todos de la misma flor y después de unos días todos estaban como nuevos.

>>Desactivé el escudo y tomamos el primer vuelo a Buenos Aires, pero nos informaron que ya se encontraban en el Castillo, por lo que tuvimos que solicitar otro vuelo.

—Cuando llegamos a Noruega nos informaron que nuestra bella hija estaba enferma —dijo papá con un tono de recriminación y volteó a ver a Leo.

Los Cuatro ReinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora