Una mañana con ella.

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Desperté a las 7:30 de la mañana, con ojeras espantosas, creo que soñar pesadillas y volver a dormir no era tan fácil como se creía. Me duché, me cambié y quise hacerle una sorpresa a mi madre, preparar el desayuno. Ella mayormente se levantaba a las 9, así que sí tenía tiempo para poder cocinar todo lo que sabía, no eran un gran chef pero podría sobrevivir. Como ven, era detallista, pero sólo con ella, no me gustaba ser con las chicas que salía. Después de la separación de mis padres, ella cambió, y ahora no era tan "alegre" como recordaba.

Compré el pan que tanto le gustaba, recordé que había algo de fruta, así que sólo me faltaba el café, pero no cualquier café, el café de doña Geraldine, uno de los mejores que podía existir, aún no se sabía de dónde lo sacaba, algunos dicen que eso era un secreto de familia.

Fui a verla y justo tenía el café separado sólo para mi madre, ella suele ir a comprarlo y a quedarse conversando con la señora Geraldine. Al salir me encontré con lo más hermoso de la mañana, Bella, nunca había visto un aura tan deslumbrante en ella, supongo que le había pasado algo genial.

-Hey, ¿y tú?- le pregunté contento, me alegraba verla.

-Siempre hago el desayuno- me dijo parándose en frente de mi- Veo a tu madre, pero no a ti, ¿y ese milagro?

-Quiero hacerle el desayuno- le respondí mientras sacudía mi cabello.

-Eso suena bien- Sonreía aún más.

-¿Puedo preguntar por qué estás tan feliz?- Me puse un poco incómodo.

-Bueno, estuve meditando sobre algo que me dijeron unos amigos- Su bonita sonrisa me tranquilizó un poco.

-Yo... Creo que me quedaré un rato por aquí- Quería que me pidiera que me quedara.

-¿Me esperas? Para ir caminando, recojo el café y salgo- me habló mientras pasaba por mi lado y se ponía en frente de la puerta. Se nota que el consejo de sus amigos ayudó más que el de la chica conmigo.

-Sí claro, anda- le contesté con una sonrisa. Me encantaba hablar con ella, su voz era la adecuada para que no te aburrieras y más aún que hoy estaba de buen humor.

Esperé unos 5 minutos y vi que ya salía, estaba más feliz de lo que estaba antes.

-Hasta luego, doña Geraldine, gracias- gritó Bella cerrando la puerta. Volteo a verme y me dijo:- Vamos, Nick.

Empezamos a caminar por el mismo parque donde conocí a Reyna, una imagen de aquella chica vino a mi mente, ¿seguirá mal por lo que le pasó?

-Es muy tierno que quieras hacerle el desayuno a tu madre, Nick- me dijo mientras me miraba. Dejé de observar el parque y le contesté.

-Gracias- le dije cortante, pero con agrado- No sabía que te levantabas tan temprano, aunque creo que lo intuía.

-Ahora lo sabes- me dijo mientras balanceaba la bolsa de compras- Desde pequeña me gusta cocinar, me relaja bastante, aparte sentir el frío de la mañana es agradable.

-Eres muy interesante- le dije mientras la miraba- Y sí tienes razón sobre el frío de la mañana.

-¿Lo soy?- me preguntó.

-Para mi sí. Siempre tienes un tema de conversación. Eres buena explicando- le contesté- Aunque eso no es un halago para que me hagas el trabajo Jajaja aún tenemos tiempo.

-Jajajaja Tranquilo. Más bien, nunca me habían dicho eso, gracias- me dijo mientras nos dirigíamos a un asiento, estábamos un poco cansado.

-Bella, yo...- dejé de hablar al escuchar mi alarma. ¡Demonios! Eran las 8:20 y mi mamá despertaría en cualquier momento- Yo me tengo que ir. ¿Puedo verte hoy a las 3, en esta misma banca? Prometo llegar temprano, o quizá antes. ¿Sí, sí, sí, sí?

-Sí claro, anda- me respondió mientras reía- No quiero que te hagas tarde, anda.

Ella y yo nos separamos, me despedía varias veces mientras corría hacia mi casa y notaba que seguía riendo, me gustaba verla así.

Fue la más hermosa mañana que tuve, una mañana con ella era suficiente para quitar mis malos comportamientos y los tristes pensamientos que me agobiaron por la noche. Antes era Nick Jackson, jugador de baloncesto, que no le gustaba hablar con las nerds y que ilusionaba a cualquier jovencita. Pero ahora soy, Nick Jackson, el chico que leía y hablaba como antes con una amiga lejana. Estaba alegre, ¿qué mas podía pedir?

 Fui corriendo a mi casa para hacer la sorpresa. Llegué e hice el desayuno en pocos minutos. Lo serví como un buen mayordomo y esperé a que mi mamá  bajara. Veía el reloj y volvía a arreglar la mesa, en cada minuto no estaba satisfecho de cómo lo había hecho.

-¿Le gustará? Supongo que sí, lo preparó el mejor hijo del mundo- Sonreí- ¿Bella habrá llegado bien? Claro que sí, si sabe llegar a casa. ¿Quiénes serán esos amigos de los que me contó? Quizá chicos guapos- Imaginé a varios jóvenes musculosos y miré mis brazos- Pero yo también estoy bien, hago ejercicio...- Reflexioné- Pero quizá se refería a un amigo y varias amigas, más amigas que amigos quizá. Sip, es eso- Me reí- Creo que he pensado mucho hoy, más de lo que pienso en clase- Vi la mesa- Quizá si muevo el plato para aquí y pongo los cubiertos de esta manera...- Suspiré- Creo que así está mejor- Toqué la taza de café- Aún sigue caliente, espero mi mamá baje lo más rápido posible, aunque podría volver a calentarlo- Suspiré más profundo- Calma, calma, saldrá bien, lo del almuerzo y también lo de Bella, debo llegar temprano y decirle lo que tengo que decir- Me quedé frío- ¡Espera! ¿Qué se supone que diré?

¿Por qué no te conocí antes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora