primeros capitulos

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Mis ojos vagaron por el texto. Yo me enfurruñé.

―¿Para qué me da esto si está en sueco?

―Es el testamento de su padre, pensé que le gustaría tenerlo.

Me encogí de hombros displicente.

―No lo entiendo y si lo mando traducir perderá la gracia. Supongo que acabará siendo un recuerdo de familia, podría enmarcarlo.

Abrí parsimoniosamente mi bolso, lo eché desdeñosa dentro y saqué quinientos euros; me puse en pie y los deslicé sobre la mesa del notario, diciendo:

―Ahora pórtese como Dios manda y no haga muchos esfuerzos para dar con ese pariente perdido.

El hombre me miró escandalizado, pero yo corté de raíz sus protestas, guiñándole un ojo.

―Señora de Ojeda…

―Señorita Lundberg, querrá decir. Por favor, no deje de visitarme si viene por Madrid.

Nos miramos en perfecta conexión. Al menos, eso imaginé yo, porque él no alcanzó a cerrar la boca y lo que debió pensar, simplemente me lo inventé.

De vuelta al aeropuerto, me permití caprichos por importe de siete mil eurazos y me puse morada a desayunar. Hasta le compré un regalito a la pobre Marina para subirle los ánimos. Repasé una y otra vez la dirección de mi nueva propiedad. No podía creerlo, situada justo en medio de lo más granado de la capital. ¡Bingo! ¡Viva la madre que me parió y el padre que aunque tarde, se acordó de cumplir! Se abría un nuevo período de mi vida, interesante y lleno de infinitas posibilidades que pensaba estrujar al límite.

Seguía ascendiendo: del roñoso suelo, al celeste cielo. De divorciada deseable y millonetis a propietaria feliz de un apellido exótico y molón, con ingente patrimonio. No se puede ser más dichosa. Sólo más alta, más rubia o con los ojos más rasgados y yo, todo eso ya lo tengo.

(Fin del capítulo 3) 

DEL SUELO AL CIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora