Llamé un taxi que me llevase a “Gestoría Asensio”, donde entré hecha una Gorgona.
―¡Tati! ¿Dónde está Tati? ―grité a todo pulmón.
Un remolino de rizos rubios corrió hasta mí. Con un gesto de desesperación en la cara.
―Me han parado las obras del palacete ―denuncié.
―Pero ¿las ha empezado?
―Por supuesto que las he empezado. Me aseguraste que todo estaba en marcha. ―Le clavé la mirada “blanco en diana”, una de mis especialidades. Comprobé cómo se arrugaba.
―Bueno, estooooo… Síiiii….
―¿Y por qué coño ha llegado un inspector y las ha parado? ¿Por qué jodido motivo? Quiero que lo averigües pero ya… ―exploté cual cohete verbenero prescindiendo de las formas.
―Voy volando a llamar al Ayuntamiento ―juró por sus ancestros. Y salió de estampida.
―Más te vale. ―Me aseguré de que lo escuchaba.
Mientras Tati se ocupaba de lo suyo, invadí el despachito de Marina. Otra vez. Pronto iban a tener que incluirme en plantilla, pensé. Como parecían tan ocupadas, me levanté, me fui hasta la radio y trasteé el dial.
―Vaya cacarruta de música que ponéis ―me quejé. Di con una emisora de melodías marchosas que me satisfizo―. Esto es otra cosa. ―Más alegre, compuse una sonrisa tan ancha como larga. Pero Marina ya había saltado por encima de su mesa, abalanzándose contra mí, emprendiéndola con el mando del volumen.
―Caye, que esto no es una discoteca, que si nos oye doña Matilde, la hemos liado.
La vi angustiada, cuando yo, la verdad, no veía el drama por ninguna parte.
―¿Y? Soy la que paga, tengo derecho a escuchar algo agradable cuando vengo. ―Me separé de la radio resignada―. Mejor me voy, que ando medio histérica y vosotras tenéis hoy poco aguante.
―Yo no, señorita Cayetana ―dijo Adela enseñándome las muelas―. Por mí puede usted bailotear lo que guste…
Cogí el bolso a toda prisa, agité la mano distante y salí por la puerta. Mi finísimo oído me permitió oírlas murmurar:
―Está rara…
No era cierto, estaba desganada y con ánimo de dar morcilla. Menos mal que en recepción me encontré con Tati. Pálida como una muerta, pero con noticias frescas:
―Señorita Cayetana, ya sé lo que ha pasado.
Fin del capítulo 8
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DEL SUELO AL CIELO
RomanceCayetana procede de un pueblo pequeñito del sur de España y empleando sus armas de mujer, accede a la jet set madrileña. ¿Qué hay detrás? Un enorme castillo de trolas y embustes. Cayetana, que ni siquiera se llama así, es una mentirosa compulsiva qu...