Intrusión

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Inconsciente del drama que se estaba desarrollando al otro lado del castillo, Emma canturreaba sentada en su celda. Su dolor desaparecido gracias a la reina, su hambre saciada gracias a Henry, y la esperanza recobrada gracias al anuncio de la llegada de la delegación, la princesa tenía el corazón ligero. Estaba convencida de que todo saldría bien y de que los dos Reinos llegarían muy rápido a un tratado de paz. Sin embargo, cada cierto tiempo se veía atravesada por una punzada de inquietud. Emma sabía que sus padres estarían dispuestos a todo para salvarla. Y no ignoraba que podrían intentar cosas insensatas...

Se incorporó y comenzó a caminar de arriba abajo en su celda, intentando apartar, más mal que bien, sus inquietudes. Todos los escenarios posibles le vinieron a la cabeza, del más probable al más increíble. Si al menos supiera lo que estaba pasando arriba, en la sala del trono...Si pudiera hacer algo...

De repente, un extraño ruido se escuchó. No era un ruido de pasos, ni el chillido de una rata. El ruido era más sordo, y avanzaba a ritmo regular hacia ella. Emma detuvo inmediatamente todo movimiento y puso la oreja. El suave ruido se acercó, cada vez más, y más...Pero no veía nada. ¿Sería la reina? No, ese ruido no era un ruido humano...Parecía más...¿un animal?

«¿Ruby?» susurró Emma, con el corazón en la garganta

Nadie le respondió. Emma se encogió de hombros, maldiciendo su imaginación que sin duda le habría jugado una mala pasada, De repente, cuando iba a ponerse a otra vez a andar de arriba abajo, un magnífico lobo gris salió de la oscuridad y apareció ante los barrotes de su celda.

«¡Rubyyy!» gritó de alegría

Repentinamente recordó el lugar donde se encontraba y retomó la palabra, susurrando

«¿Pero estás loca? ¿Cómo se te ha ocurrido meterte en la garras del lobo de esta manera?»

¿Era el doble sentido de la frase o la alegría de volver a su amiga? Fuera cual fuera la razón, Emma se echó a reír a mandíbula batiente, liberando así del horror de todos esos días de cautiverio. Entonces, ante los ojos llenos de esperanza de la princesa, el hocico del lobo comenzó a recortarse, los largos pelos grises a oscurecerse, y el animal se incorporó finalmente sobre dos largas y finas piernas. En lugar del lobo ahora estaba de pie una magnífica joven de largos cabellos negros azabache. En su mirada subsistía una chispa amarilla, único recuerdo del animal que había sido pocos minutos antes.

«Hola Emma» dijo con una sonrisa

«¡Qué contenta estoy de verte, Rub! Pero francamente, ¿qué habéis hecho? ¿Crees que vas a poder liberarme así como así? Solo vas a lograr que te atrapen a ti también...¿Y qué sería de ti...? Eres todo un caso, ¿sabes?»

«¡Chuut, Emma! ¡Para! Sé lo que hago. ¿Recuerdas el juramento que hicimos cuando teníamos once años: Somos amigas en la vida, en la muerte...

«Por supuesto, Rub'...» dijo ella, recordando con emoción su amistad de infancia «Pero teníamos once años, éramos unas chiquillas»

«Ah, ¿tú no sabías que un lobo cuando da su palabra en un juramento es para toda la vida?»

«Pero Rub', esto no es un juego» respondió ella duramente «¡Te estás jugando la vida!»

«¡Bueno, de acuerdo, ya que te pones así, me voy!»

Y Ruby le dio la espalda a Emma y caminó hacia la entrada de los calabozos. Al cabo de varios pasos, se giró y miró a su amiga echándose a reír a carcajadas.

«¡Ja, ja, ja, la cara que has puesto! ¡No te iba de dejar! ¿Te lo has creído? ¿De verdad?»

Y Ruby siguió riéndose. Emma no se lo creía. ¿Cómo podía Ruby ser tan despreocupada, cuando se encontraban las dos en los calabozos de la bruja más poderosa de los dos Reinos, y estaban arriesgando sus vidas? Pero la ligereza de su amiga le llenó el corazón de alegría. La había echado tanto de menos...

El canto del cisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora