Un favor

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La primera sensación que golpeó a Emma fue un profundo dolor. Después de días en la semi oscuridad, estar en contacto directo con la luz del día la hizo sufrir y tardó unos minutos en acostumbrar sus ojos a la fuerte luminosidad.

Algunos minutos antes, la reina la había ido a visitar a su celda. Y sin comprender lo que le había sucedido, estaban ahora en una inmensa habitación. Solo una ligera nube de humo violeta que casi ya se había difuminado testimoniaba la magia que las había conducido a las dos a ese lugar. Poco acostumbrada a usar ese medio de transporte inhabitual, la princesa titubeó contenido una arcada.

«¿Por qué me habéis traído aquí? ¿Qué me vais a hacer?» soltó, con el cuerpo doblado y en guardia, dispuesta a defender encarnizadamente su piel.

«No temáis, princesa. Os lo he dicho, estoy de buen humor, hoy...» le respondió la soberana con una sincera sonrisa

Emma no se creía lo que estaban viendo sus ojos. ¿Acaso estaba de verdad en los aposentos de la Reina Oscura? Ese inmenso lecho, ese tocador...incluso ese enorme espejo, todo era según los rumores que corrían sobre ese lugar maldito. Entonces rápidamente reflexionó. Tenía que aprovechar esa ocasión que no se produciría nunca más sin duda. Debía huir. Pero, ¿iría muy lejos con su herido tobillo? ¿Y estaba preparada para sufrir una eventual venganza de su secuestradora? El cerebro de Emma daba vueltas como loco...

«Acercaos, princesa, quiero ofreceros algo» retomó la palabra Regina, que se encontraba ahora de pie junto al espejo ricamente ornamentado.

«¿Y por qué haríais eso?»

«Porque lo deseo» respondió ella, guardándose muy bien de añadir «y para satisfaceros...»

Desconfiada, Emma avanzó, sin embargo, hacia el espejo. Su caminar renqueante no pasó desapercibido a la reina que la observó con curiosa mirada. No obstante, ninguna de las dos hizo el menor comentario. Emma ni siquiera gimió, aunque el dolor se hacía casi insoportable.

Ella posó sus ojos en el espejo y Regina se colocó a su lado. Estando las dos lado a lado, la princesa podía sentir la presencia de la reina pegada a ella. Extrañamente, no estaba asustada. No habría sabido decir por qué, pero sabía que, en ese instante, la hechicera era sincera y no le deseaba ningún mal.

«Espejo, espejito mágico...» entonó Regina

En ese momento, bajo la mirada incrédula de Emma, el reflejo de las dos mujeres sobre el cristal desapareció para dejar paso a un rostro humano.

Regina retomó la palabra dirigiéndose a Emma

«Este espejo es un espejo mágico. Conoce la verdad y puede contestar a todas las preguntas...También puede enseñarme lo que ocurre en ese momento en cualquier sitio del reino. Podrá enseñaros lo que deseéis...»

Emma no sabía qué pensar. ¿Por qué la reina le ofrecía tal favor? ¿Qué hechizo escondía esto? Sin embargo, incluso hundiendo sus ojos en los de la soberana, no vislumbró ninguna malicia. ¿Podía acordarle tan fácilmente su confianza?

«He pensado que desearíais ver a vuestra familia...» añadió ella en voz baja, sin apartar la vista de los hermosos ojos esmeralda de Emma

Emma fue tomada de improviso. Ya no comprendía. La que la víspera le habría hecho sufrir la peor de las torturas, se encontraba ahora delante de ella, concediéndole el increíble favor de usar su espejo mágico...

«Os lo agradezco» fueron las únicas palabras que logró pronunciar.

«Espejo, espejito mágico...Enséñame a la familia Charming del Reino Blanco»

El canto del cisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora