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Eran las cinco de la tarde.

El trío más aparentemente ambicioso del barrio se dirigía de nuevo al rincón más tenebroso de Peach Creek. Lo que iban a buscar ahí no era nada agradable: era más bien, un trabajo sucio, que por supuesto alguien debía hacer.

Eddy tenía la firme convicción de que la respuesta a todas sus preguntas se hallaba en ese remolque. No le agradaba en lo absoluto regresar a ese nido de avispas, pero tampoco iba a dejar que se salieran con la suya tan fácilmente. No señor.

Doble D acompañaba fielmente a sus amigos. Su percepción de los hechos lo seguía confundiendo, pero consideró que valía la pena ir a inspeccionar, siempre y cuando lo hicieran con sumo cuidado de no hacer mucho ruido. Y además, él nunca dejaría a sus amigos solos.

Ed, al igual que Doble D, seguía teniendo dudas acerca de ellas. Ellos no creían que ellas hubiesen sido, les parecía más razonable lo que dijo Jimmy, eso de que simplemente perdieron sus objetos en sus casas, pero Eddy era su hermano y no iban a dejarlo regresar a la boca del lobo solo. Y tenía razón en algo: no perdían nada con ir a comprobarlo.

El plan era muy simple: observarlas desde la ventana, con cuidado de no alertarlas. Tendrían que ver y escuchar todo lo que ellas hablaran, y entonces en algún momento darían algún indicio de su crimen (suponiendo que Eddy tuviera razón). Aunque sonara como algo muy fácil, con las Kanker uno nunca se podía confiar.

Mientras se abrían paso por los matorrales, Doble D volvió a dar un gran bostezo. Ya había resuelto que solo irían a comprobar que esas chicas no hayan estado involucradas en nada, y después regresarían a revisar sus casas, buscar sus objetos, entre ellos el mantel de Sarah, fundamental para que Ed no termine castigado, y quizás, disculparse con ellas por haber pensado otra cosa. No es que estuviera muy convencido con lo último. Las hermanas Kanker eran conocidas en todo el callejón por ser, habitualmente, las responsables de cualquier acto de vandalismo leve. El que les hayan robado a todos en el barrio no habría sido de extrañarse, pero tampoco había forma de demostrarlo, y si ellas resultaban inocentes, él les debía una sincera disculpa. Y en ese caso, Doble D estaba seguro de que Eddy le diría que no le debe una disculpa a nadie, ya que él no fue quien culpó a nadie a diestra y siniestra, a lo que él le respondería que, aunque no lo hubiera buscado, les hizo perder el tiempo a las hermanas Kanker, las ofendió, hizo llorar a Marie y la culpa ya comenzaba a carcomerle el estómago, y por lo tanto él y solo él cometió errores ese día, por lo que sí sería necesaria una disculpa. Y en términos generales, el creía que ni siquiera valía la pena pensar en un culpable. Probablemente Jimmy ya habría encontrado su oso de peluche, Nazz su cámara, y Rolf su no sé qué, mientras ellos se dirigían a la boca del lobo en vano.

Pero aún había cosas que no cerraban en esta historia, hechos sin explicación. ¿Cómo se explica que todos hayan perdido sus cosas el mismo día, casi a la misma hora? ¿Cómo se explica que las hermanas Kanker no hayan perdido nada? Ellas no habrían sabido ni una palabra de esto si ellos no hubieran ido a buscarlas. Entonces, ¿para qué fueron? ¿Para qué van de nuevo?

¿Para qué van de nuevo, Doble D?

—Oye, ¿te vas a quedar ahí? —le gritó Eddy desde el otro lado del arroyo—. ¡Date prisa!

Otro episodio de reflexión profunda. Realmente necesitaba descansar.

—¡Ya voy, chicos! —Y se dispuso a cruzar el puente.


—¡Por fin! Creí que nunca terminaríamos.

—¡Te faltó ahí atrás, May!

—¿Donde? —La rubia hueca se dirigió a la dirección señalada, pero antes de cruzar la puerta tropezó. Sus zapatos tenían los cordones atados entre sí. Sus dos hermanas estallaron de risa.

El ladrón de Peach Creek [Ed, Edd & Eddy][+13]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora