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La noche anterior no había traído nada fuera de lo común —o de lo esperado, diría Doble D—. Los chicos del callejón se habían equipado con todo tipo de armamento de caza que había quedado en el bunker de la casa de Kevin, de aquella vez en la que llevaron a cabo todo un operativo con armas improvisadas sobre la casa de Rolf porque creyeron que había sido invadido por alienígenas. Para esta ocasión, tomaron linternas, sogas, resorteras, redes, trampas para ardillas, trampas para ratones, etc. Básicamente lo suficiente, intentando no sumar mucho peso y considerando que su objetivo se alejaba con el paso de los minutos.

A Nazz le desagradaban esas trampas para animales, propias de la caza profesional, pero luego terminó por convencerse a sí misma de que usar esos instrumentos no los convertía en cazadores. No debían olvidarse de que a quien perseguían no era a un animal inocente. Sarah protestaba; ella exigía llevar el bazooka. A Jimmy le entusiasmó la idea de salir a cazar a Eddy, en contraste con su personalidad tan amanerada. Kevin tomó una resortera, unos guantes de bóxer, un pequeño mazo de madera, unas cosas más y se puso en marcha, para dirigir al pelotón.

Antes de emprender la búsqueda, pasaron por casa de Rolf a reclutarlo, pero nadie atendió la puerta, y para no perder más tiempo, se fueron. Era una lástima, pensaba Kevin, porque la capacidad de detección del olfato de sus animales habría sido la clave para encontrar al tonto. «Mañana lo veremos y lo pondremos al tanto» pensó.

Ahora era momento de reubicar al objetivo y perseguirlo. Para ello, no tendría que hacer nada más que usar de nuevo el simple sentido común. Eddy no sería capaz de sobrevivir fuera de Peach Creek por mucho tiempo, no sin sus amigos; y si se quedaba cerca del barrio, iba a necesitar mucho de ellos para no terminar en el hospital, porque sería encontrado rápidamente.

Eddy va a buscar a Ed y a Doble D. Eso sería lo más probable, considerando que estos dos: o bien no tenían idea de lo que hizo Eddy, pero lo ayudarían igual, o bien fueron parte de los atracos del enano traidor, pero eso era lo menos probable, para todos resultaba muy difícil imaginar a Doble D aprobar una demencia como esa. Ed era un poco más manipulable, por lo que tardaría en darse cuenta de lo que habría hecho. Lo único cierto es que ahora, —como en los viejos tiempos— Ed, Edd y Eddy estaban en la mira de todo el barrio.

Para no tener que regresar sobre sus pasos, decidieron comenzar por la casa de Doble D, que era la que se hallaba en la entrada del callejón.

—¡¿Qué demonios?! —La puerta de su casa se desplomó de espalda ante el mínimo contacto de los nudillos de Kevin. Estaba fuera de su lugar, y alguien la había colocado con tal cuidado que pareciera que seguía empalmada al marco. Todos entraron.

—Sarah y Jimmy por arriba. Jonny, tú y Nazz por abajo. Yo vigilo afuera. —Kevin prefería quedarse observando algún movimiento sospechoso en la calle. Esperaba que sus objetivos estuvieran al acecho, esperanzados en entrar a la casa para que, al oír las voces de los demás dentro, se alertarían y huirían antes de que se dieran cuenta. Sin embargo, salvo por los árboles, la calle permaneció tan quieta como en una fotografía.

—No hay nadie —le confirmaron a Kevin —, y dejaron varias puertas derribadas, como la de la entrada.

Ese debió ser ese mastodonte sin sesos de Ed, estaba seguro. No tenían nada más que hacer ahí.

—Bien, ahora a la de Eddy, rápido.

Desde el arbusto más lejano, y en cuclillas, Eddy alcanzó a escuchar como el sonido de sus pasos se iba apagando. Con un pañuelo que llevaba en el bolsillo, se había vendado la herida del antebrazo. Le dolían las piernas, pero no había podido improvisar una mejor posición. Un paso en falso y Kevin lo habría notado. Cuando lo consideró lo suficientemente lejos, asomó la cabeza para ver algo.

El ladrón de Peach Creek [Ed, Edd & Eddy][+13]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora