Con el mazo enganchado a su espalda mediante un arnés, Kevin había llegado al basurero.
¿Cómo no recordar ese lugar? Una inmensidad de desperdicios, llena de montañas de maquinarias en descomposición. De este lugar había conseguido todo tipo de repuestos para su amada sobre ruedas. De este lugar, el trío de torpes obtenía materiales para crear alguna ingeniosa estafa, y por lo general, ponían al genio sin carácter de Doble D a hacer todo el trabajo. Así lo creía Kevin. Apostaría a que la cadena de su bicicleta se encontraría en algún rincón de este gran basurero, perdido entre toda esa chatarra.
¿Para qué lo habrá citado Eddy allí en primer lugar?
—¡Eddy! ¡¿Dónde estás, rata?!
Luego de que el eco se apagara, regresó el silencio absoluto al lugar. Solo se podía escuchar su constante respiración agitada.
Había estado corriendo durante todo el camino, y eso le estaba afectando. Su corazón latía rápidamente, casi alcanzando la misma frecuencia que tenía cuando persiguió a los Eds, hace unas horas. Los cabellos del flequillo ya se le habían pegoteado en la frente. Pero la adrenalina no hacía más que seguir incrementándose. Lo único que quería era ver a Eddy de una vez para descubrir todo lo que el supiera sobre Nazz, algo que lo haga hacer creer que todo ello fue una puesta en escena. Luego le exigiría su cadena de vuelta y por último lo liquidaría a mazazos.
Allí entre esas montañas, se presentó ante él un panorama inusitadamente atractivo: Kevin vio lo que parecía ser una especie de pista lisa, con una fila de antorchas en cada lado como columnas, para iluminar lo que fuera lo que se llevara a cabo ahí. Todo ello colocado con una simetría y precisión fabulosa. Parecía la entrada al templo de alguna civilización moderna, siglo XVI, años más, años menos. Pero eso no estaba ahí antes. Él lo sabía porque en la semana se había acercado reiteradas veces al basurero y no había visto ninguna antorcha. Quien quiera que las hubiera puesto, lo había hecho en las últimas veinticuatro o cuarenta y ocho horas. Esa noche en particular era más oscura que las demás; las nubes impedían el paso de la luz de la luna, y la niebla (que había terminado curiosamente junto con el bosque, en un sutil contraste) cortaba todo tipo de iluminación proveniente del barrio.
—¿Qué demonios es eso? —se preguntó. Ya le daba igual hablar en voz alta o baja.
Sin mirar donde pisaba, avanzó hacia la pista.
De camino al basurero, se había estado preguntando acerca de lo que fuera que tuvieran Nazz y su «amigo», y eso lo tenía muy inquieto. De solo imaginarlos en esa habitación, diciéndose cosas lindas, y quizás algo más... pero también había algo que lo perturbaba en menor medida. Se había estado preguntando si aún no había llegado al fondo, si era posible que, después de los hurtos y la derrota frente a Eddy, todavía se pudiera caer más bajo en la escala de la humillación. Eso y que tanto más resistiría antes de perder el último gramo de cordura que le quedaba.
Lo que ocurrió a continuación respondió su pregunta: cuando estaba a metros del borde de la pista, sus pies pisaron un gran mantel de color rojo que no encontró soporte en el suelo, porque no había suelo. Estaba demasiado oscuro como para haber distinguido un leve hundimiento. Sus pies, junto con él y ese mantel se hundieron en el agujero que ésta estaba ocultando. Había pisado la trampa.
Fueron solo instantes en donde todo fue tan confuso y negro que lo único que le indico que había dejado de caer fue el grave y denso sonido de un chapoteo, seguido de un repentino silencio, y un líquido muy viscoso penetrando sus oídos. Alguien había hecho una trampa, que consistía en un pozo de cinco metros de profundidad, cuyo último metro era de lodo.
Sacó la cabeza llena de esa sustancia e hizo un intento por limpiarse la cara con sus lodosas manos. Ya podía imaginarse a sí mismo como uno de esos monstruos que emergían del suelo de algún pantano. De seguir así, pronto no habría mucha diferencia. A un lado suyo, pegado a la pared de tierra, logró distinguir un pequeño rectángulo amarillo. Era una nota más. En otras condiciones él jamás habría podido leer lo que decía, por la oscuridad. Pero su desarrollada visión a causa de horas en el oscuro bosque, y la luminosidad de aquellas antorchas ubicadas sobre su cabeza, le permitieron poder leer:
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El ladrón de Peach Creek [Ed, Edd & Eddy][+13]
Fiksi PenggemarLas pertenencias de todos desaparecen misteriosamente. Doble D interrumpe su trabajo para investigar los pasos del responsable, sin saber que éste se encuentra fuera de su alcance, y al mismo tiempo está mucho más cerca de lo que cree. ►Los personaj...