Final

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Eran las diez de la mañana. El sol brillaba alegre y las últimas nubes se iban del cielo, dando lugar a un agradable domingo. Los pájaros cantaban y volaban con vehemencia, decorando un nuevo y renovado día.

Tan cálida, la primavera iba mostrando su mejor rostro. Hasta parecía verano. Era como si por alguna suprema orden divina, las oscuras nubes de la madrugada hubieran sido despojadas con furia para dar lugar a tan deslumbrante mañana.

Todo allí afuera era muy lindo. Era una lástima que Jimmy tuviera que perderse ese bello día por estar reposando en su casa, recuperándose de los golpes que había recibido anoche.

—Y eso es todo. Pero lo que haya pasado con ese Doble Idiota y sus amigos no me importa —dijo Sarah, y le dio otra cucharada de sopa. Ya se estaba terminando.

Postrado en su cama, el niño le dio un sorbo, mientras pensaba en todo lo que había sufrido atado en esa silla, en ese sucio lugar.

—Vaya... —se limitó a decir, cabizbajo. No había hablado mucho desde que despertó, y Sarah seguía creyendo que era por el agotamiento. Y no era para menos.

Solo le dijo a Jimmy que Doble D lo había vuelto una especie de zombie violento y bruto. Lo demás fue relatado tal cual ocurrió: ese idiota pegando a todos y sacándole el boomerang, traicionando a esa estúpida Kanker, masacrando al estúpido Eddy, y luego que las estúpidas Kanker lo habían planeado todo, y de ese enredo todos fueron liberados y persiguieron al idiota hasta detenerlo y hacerlo pagar.

—Esas Kanker se los llevaron a su casa, así que deben estar pasándola muy mal, espero —le informó, todavía muy fastidiada con Doble D. Creía que había sido personal, aunque no sabía explicar por qué razón. Estaba convencida de que a ella le había tocado la peor parte.

Pero Jimmy sabía que esa era solo la mitad de la historia. Hasta donde sabía, había sido capturado y golpeado por Doble D en el bosque, aquella noche, y luego preso en ese maloliente lugar. En algún momento, éste le incrustó en la espalda ese objeto extraño, y después todo fue confuso. Él se volvió ese zombie. Recordaba imágenes ininteligibles, borrosas, vagos recuerdos, como si de una pesadilla se tratara, en el que aunque uno no recuerde a la perfección cada detalle, era capaz de dar un breve resumen. Había atacado a varios de sus amigos —a Sarah entre ellos—, y se sentía muy responsable por ello, pero ¿por qué lo había hecho?

Sarah le había relatado además todo por lo que ella había pasado (con Jonny) para encontrar a Jimmy, desde la parte de pasar por lo de las Kanker, hasta la parte en donde él aparecía, sin contarle cómo los había atacado.

—¿Qué fue lo que te hizo ese imbécil allí en ese lugar? —cuestionó ella— Dímelo, así voy y le doy su merecido.

—Pues... —Estaba muy oscuro en ese lugar, y lo único que recordaba eran detalles de su breve conversación con Doble D. Él le había dicho cosas malas, feas, horribles. Jimmy no las creyó en un principio, pero a Doble D no le tomó mucho esfuerzo convencerlo por lo menos por un solo segundo. Y fue entonces cuando le clavó esa cosa—. Él me dijo cosas...

—¿Cosas? ¿Qué cosas? —preguntó Sarah, terminando de darle la última cuchara de caldo de pollo que ella misma le había preparado. Dejó el plato en la mesita de luz.

Lo que ese Doble D le había dicho, era que ella, Sarah, solo se juntaba con él para no sentirse la más pequeña del barrio y que incluso ya estaba cansándose de protegerlo. Y que su secuestro había sido la gota que rebalsó el vaso, que ahí fue cuando ella por fin se cansó y se olvidó de él. Y esas fotos de ella con Jonny, y de los demás... Durante su estado de zombie, mientras su mente iba reproduciendo sus experiencias en formas de pesadillas, esas fotografías permanecieron allí detrás de la pantalla, presentes, como colocadas justo para la bestia que Doble D había creado en él.

El ladrón de Peach Creek [Ed, Edd & Eddy][+13]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora