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Mientras Sarah y Jonny invadían la propiedad de las hermanas Kanker sin ningún tipo de autoridad, Kevin escoltaba a Ed hacia su tormento. Decidió que el mejor lugar para interrogarlo sería el baño de la casa de Nazz. Todos sabían que para Ed un baño era el equivalente al infierno. Ningún otro lugar en el mundo le daba tal sensación de terror, ni siquiera la escuela. Se esperaba que una vez finalizado el interrogatorio, el baño quedara en condiciones similares a la granja de Rolf, por lo que la chica presento objeciones por el sitio escogido.

—Tu casa debe ser el sitio más limpio que hay, Nazz, después de la casa de Doble Tonto, pero no tenemos sus llaves y aún no estoy lo suficientemente seguro de saber que tanto tenga que ver con esta serie de delitos que cometió el traidor, como para ir y romperle una ventana... aunque es probable que los tres torpes estén juntos en esto. —Las dudas volvieron a invadir a Ed. Ninguno de los Eds estaba a salvo. La ira de Kevin y de los demás era tal, que estaba seguro de que si el dichoso ladrón no aparecía, todos terminarían por perder la cabeza, y por supuesto, ellos se llevarían la peor parte, si no se la estaban llevando ahora—. Pero eso sí. Tendrás que despedirte de dos o tres jabones. No creo que sobrevivan a Ed —aseveró Kevin con una malvada risa.

Ed caminaba con las manos en la cabeza, siendo apuntado por su arma.

Mientras cruzaban el último cordón de árboles que marcaba el final del inmenso bosque y el comienzo de la civilización, Kevin había advertido a Ed que, si tenía algo que decir, lo hiciese antes de llegar a su casa, porque una vez dentro no se salvaría del interrogatorio. Y que si intentaba alguna tontería como escapar, ellos responderían con fuego, lo perseguirían, y si se les escapaba, buscarían a Doble D y le harían pagar por todo lo que sus amigos hicieron.

Nazz revisó su pequeño bolso en busca de sus llaves. Sus delicadas manos solo alcanzaron a tocar una raqueta, una resortera, unas piedras y otros objetos personales que no recordaba tener.

—No encuentro mis llaves —le dijo a Kevin. Ed sintió que su cuerpo se liberaba de la tensión—. Oh, espera. No revisé el bolsillo trasero. —Ed volvió a estremecerse y comenzó a rezarle a cuanto dios se le cruzara por la cabeza. ¿A quién más le podría rezar? ¿A Superman? Giraron por la esquina y visualizaron el callejón. Vacío, como lo habían dejado.

—Que sea rápido. No sé cuánto tiempo nos quede.

A Ed se le estaban acabando los minutos. Tenía que pensar en algo que lo sacara de ahí —primero tenía que pensar—, y rápido, o de lo contrario sufriría la insensible ira de la higiene. Pero no se le ocurría nada. Recordando viejos tiempos con sus dos mejores amigos, llegó a darse cuenta de que los tres estuvieron en peores situaciones antes, y lograron escapar a algunas de ellas. Claro que todo era más fácil cuando estaban juntos. Los tres enfrentaban a las adversidades, cada uno aportando aquello en lo que más se destacaba. Él y su brutal fuerza y su infinita creatividad fueron de gran ayuda en todo este tiempo. Pero si había algo que más necesitara en este momento, era pensar, y esa nunca había sido su especialidad. Extrañaba tanto a sus dos amigos, aun cuando solo habían pasado menos de veinte horas desde que los vio. Solo una genialidad de Doble D o un acto de astucia repentina de Eddy podrían sacarlo de este aprieto. Pero ellos no estaban; Doble D había desaparecido misteriosamente y era el mismo Eddy el que estaba en el ojo de la tormenta.

«Mis amigos no pueden ayudarme.»

Las sensaciones que recorrían su cuerpo cada vez que se acercaba a un jabón (y vaya uno a saber que más cosas tendrían preparado para él) superaban incluso el miedo a las tareas o a las mujeres.

«Nadie puede ayudarme.»

Ya hasta le parecía poco desagradable la rutina de ser perseguido por una apasionada y salvaje Kanker, tratando de huir para evitar ser bañado en lápiz labial.

El ladrón de Peach Creek [Ed, Edd & Eddy][+13]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora