De dragones y enamorados

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—¡¿Cómo que no me vas a ayudar en el próximo concurso?! ¡¿Por qué?!

El estúpido dragón se cruzó de brazos y negó con la cabeza sin siquiera abrir los ojos. Parecía reacio a colaborar nuevamente conmigo.

—¡Oh, vamos! Has sido crucial para la última presentación, no puedes abandonarme.

Charizard no respondió, tan solo se volteó, apoyó su enorme trasero en el suelo y exhaló un vaho de humo como resaltando descaradamente su pesadumbres ante la idea de darme una mano nuevamente. Era el colmo, por más que me esforzara no lograba allanar los valles que me separaban de esa enorme cosa voladora. Estaba perdiendo al paciencia.

—Ya sé que Satoshi te envió tan solo para que me protegieras, pero ¿no piensas que ahora que estás conmigo podrías hacerme caso, para variar...? ¡Si te estoy pidiendo ayuda es porque lo necesito!

Otra vez me quedé sin respuesta por parte de la lagartija super desarrollada más, aunque un ser inoportunamente enfadado no dudó en contestar a mis penares. Ante mi asombro y espanto un vaso repleto de agua vació el líquido que llevaba dentro justo sobre el rostro del dragón caprichoso y mi pánico corrió en franco aumento cuando vi quién era el ejecutante del disparo kamikaze: mi Pancham.

Dicen que cuando vas a morir tu vida entera pasa frente a tus ojos, pero en este caso fue el pedazo de vida que había compartido con el pandita lo que atravesó fulgurantemente la superficie de mis retinas: conocerlo, bailar con él, verlo hacerse fuerte, regalarle artículos geniales, presentarnos juntos en los espetáculos... Iba a extrañar esos momentos. Cualquier caída, amenaza, golpe o pesadumbres que había vivido hasta ese entonces se vieron cruelmente superadas por la imagen de un dragón enfurecido volteando a enfrentar a mi pokemón. Hasta el mismísimo Dialga debió haberlo notado y su corazón haberse detenido por la tensión puesto que el tiempo pareció correr más lento. No sabía cómo evitar la masacre, pronto sería la dueña de un pedazo de puré de panda.

El acto habría sido macabro de no ser porque en el momento justo, un entrenador entró a escena para ganar la distracción suficiente que lograra alterar el curso de los hechos: desde lejos la mano de Timmy Grimm se elevaba trazando un enérgico movimiento pendular sobre su cabeza.

—¡Hola, Serena! ¿Cómo has estado? ¿Aún te acuerdas de mí?

—¡Hola, Serena! ¿Cómo has estado? ¿Aún te acuerdas de mí?

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Cielos, sí que lo hacía. —¡Timmy! ¿Cómo estás? —grité logrando provocar esa especie de celos que el dragón manifestaba cada vez que alguien se me acercaba de repente—. Cuánto tiempo sin verte.

La mirada azul y enfurecida del pokemón de mi chico de cabellos alborotados se dirigió hacia aquel joven elegante con la rapidez del trueno, olvidando en el acto los terribles planes que probablemente había elaborado entorno a mi Pancham. ¡Gracias a dios!

—¡Qué bueno que me recuerdes! Venía para ver los concursos de esta ciudad, pero tal parece que llegué tarde.

—Así es, fueron ayer.

Alcanzaré mi objetivo (Amourlove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora