Dori Dori

910 64 102
                                    

Tras despedirme de Fennel me adelanté hacia la Ciudad Malvalona apresurada por recuperar el contacto de las ásperas manos de Mawile sobre las mías. El frío de su férrea piel no era ni parecido a la sensación tibia y blanda a la que estaba acostumbrada al haber pasado tanto tiempo con Braixen, Sylveon y Pancham, no obstante a eso, me hacía falta. Sin importar que fuera poco el tiempo que llevábamos juntas una amiga es un tesoro, y yo la consideraba de ese modo.

Caminé por un rato canturreando suavemente para alivianar las tensiones. Repetía una y otra vez aquella dulce melodía que sonó en mi última presentación, esa que decía:

«¿De qué colores se verá pintado mi futuro? Comamos juntos y decidamos un color a la cuenta de un, dos, tres... »

Decidir juntas nuestro futuro... Mawile no había estado nunca en un performance, ella no tenía idea de que mi sueño no era ganar el gran espectáculo, sino ser la Reina de Kalos, ¿cómo podría forjar un futuro con ella si no la hacía parte de mis sueños? Y es que francamente conseguir los listones me tenía sin cuidado, era más bien algo que hacía como una prueba a mí misma. Ni siquiera estaba segura de animarme a competir en los eventos más avanzados. La letra de la canción seguía sonando inmutable en mi cabeza:

«Veo una estrella fugaz en el cielo nocturno, quiero pedir un deseo y cuando lo noto me pierdo en mis pensamientos... Ahora entiendo, finalmente a quien buscaba era a mí.» 

Siempre pensé que partí de villa Boceto en búsqueda de Satoshi, pero a estas alturas me encontraba a mí misma lejos del entrenador y preocupada por mi manera de compartir mis sueños con aquellos pokemóns que me acompañaban en el camino a cumplirlos, y eso me hacía sentir algo extraña. Había aprendido a amarme un poco más y a ponerme en el lugar que me correspondía respetando mis miedos, mis anhelos, mis facultades...

«Aunque de verdad siento que me causas un torbellino en el pecho»  Medité pensando nuevamente en el entrenador del Pikachu al tiempo que avanzaba alcanzando por fin las puertas de la ciudad.

La visión que me encontré al chocar de frente con Ciudad Malvalona fue realmente impactante: se parecía mucho a Ciudad Luminalia con su sin fin de edificios y centros comerciales, pero con la diferencia de que era una ciudad techada y en su superficie presentaba un parque gigantesco. Tenía torres elegantes con una arquitectura moderna y llamativa. Supe distinguir un imponente restaurante, una tienda de espejos, un gimnasio y varios lugares más que no estaba dispuesta a dejar de visitar antes de salir de aquel sitio, pero por ahora lo único que llevaba en mente era dirigirme con presura hacia el hospital donde aguardaba mi dulce pokemón.

Crucé la ciudad esquivando bicicletas y automóviles, solicitando cada tanto alguna indicación que las personas solían brindarme con gran amabilidad, sintiéndome víctima constantemente de la tentación de entrar a una tienda, para luego acallar aquella voz que me invitaba a sucumbir con un simple «Lo haré luego». Debía estar orgullosa de mí, todo en aquel lugar parecía codiciable, al alcance de las manos, y sin embargo no tenía problemas en rechazar mis instintos a fin de priorizar el encuentro con mi amiga. Había madurado.

Quise empujar las puertas del enorme hospital donde la científica me había indicado que encontraría a mi compañera pero éstas se corrieron solas cuando me acercaba a unos pocos pasos... ¡Qué tonta! Tanto tiempo en el desierto y en pueblitos rurales me habían quitado el sabor a ciudad. Lo que antes para mí era el paraíso ahora no era más que una instancia agradable, aunque algo alejada de aquel lugar de favoritismo que habría ocupado hace algunos ayeres distantes.

—Buenos días —saludé al llegar donde se encontraba la recepcionista para luego agregar—, soy la entrenadora del Mawile que hospitalizaron ayer por una mordedura en su pierna derecha.

Alcanzaré mi objetivo (Amourlove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora