El desierto, tercera parte

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—¡Es increíble! Satoshi dijo que usted estaba... —Me detuve para no sonar grosera ante la dama que se acababa de presentar— Bueno, ya sabe... muerta.

—Lo estoy para la gente de Pueblo Paleta, y quiero que permanezca así —Su voz se oía decidida—. Eso les ahorrará muchos problemas.

—Me alegra que esté bien.

—No es que prefiera esta vida antes que poder tener al fin mi encuentro con el creador, pero si Él decide que siga aquí con gusto lo haré por la gente que aún necesita de mi apoyo.

—Ah... Si, Satoshi me contó que era una gran consejera.

Mi comentario hizo que la profesora Fennel arrugara su cara. —Mi trabajo no es sólo dar consejos. Me dedico a servir a la gente en todo lo que pueda mientras predico al único que puede traerles salvación —Mientras decía esto comenzó a atender a mis pokemóns con bayas y menjunjes—. Visito a los ancianos y a los enfermos llevándoles bayas, medicinas, comida... acompaño a los solitarios, a los presos... rescato a los que se alejan a morir al desierto.

—¡A los que qué? —La sola mención de aquel asunto me heló la sangre, ¿de verdad la gente se suicidaba de un modo tan triste y miserable? Ella parecía distraída mientras revisaba las heridas de Mawile y las cubría con agua oxigenada, pomadas y vendas.

—Gente que no cree merecer la vida ya sea porque nada sale como ellos quieren, porque las personas que aman no los aman de la manera que desearían, porque se sienten una carga para los demás, porque están tristes y no saben por qué, porque están solos, porque perdieron la fe... —Dejó su botiquín sobre la mesa con un gesto cansado acompañado de un gran suspiro para luego enunciar—. Me temo que esto se va a infectar. Un centro pokemón no alcanzará, necesitarás ir a un hospital pokemón o probablemente acabe por perderla. El más cercano está en Ciudad Malvalona.

Observé bien la herida. La sangre que Fennel había limpiado ya había sido reemplazada por más y más líquido de un color rojo aguado, las fibras musculares estaban terriblemente expuestas, ¡estaba literalmente a carne viva! Algo que excedía por mucho lo esperable en una mordedura de Trapinch. Me dolió encontrarme con el gesto de sufrimiento en el rostro de mi compañera.

—Iré volando de inmediato —Me apresuré a decir.

—No lo harás. Te dije que te golpearían con sus Hidrobombas si volabas, ¿lo olvidaste? Te estarías regalando.

—¡Fuiste tú!

Ella sonrió. —Si, hace un tiempo que te estoy acompañando.

—¿Desde cuándo?

La profesora abrió su única pokebola de la cual salió un pequeño tapir rosado al que mi pokedex identificó como Munna.

—Desde que me huí de Kanto.

De pronto, un aura plateada cubrió el cuerpo de la señorita y de su pokemón. Munna rápidamente cambió de aspecto asimilándose aún más a su entrenadora; su tamaño comenzó a aumentar, las flores de su cuerpo se oscurecieron al igual que el humo que expelía de la trompa hasta tomar un tono azabache tornasolado, unos bigotes enrulados rodearon sus ojos de una forma extraña como si similaran anteojos, sus mirada cambió. ¡No podía creerlo, Fennel y su pokemón estaban sufriendo una sincronización!

El pequeño tapir impuso sus patas delanteras sobre mis pokemóns y ellos comenzaron a brillar mientras recuperaban la salud.

—¡Ustedes están sincronizados! ¿Cómo es posible? Creí que sólo Satoshi y su Greninja podían.

—Cuando los sentimientos del entrenador y los de su pokemón se vuelven uno solo, el vínculo que los une acaba por fusionar sus corazones surgiendo de aquello un nuevo poder que de alguna manera desconocida por ahora hace cambiar tanto al entrenador como al pokemón, ganando ambos facultades extraordinarias.

Alcanzaré mi objetivo (Amourlove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora