Capítulo 12

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La vida en la aldea se había vuelto un poco tranquila.

Pero la tristeza no había desaparecido todavía.

Taris trabajaba en las huertas y sembradíos cuando había que sembrar o cosechar.

Con eso ganaba un poco para vivir.

Dáia mientras tanto había aprendido a cocinar diferentes guisos, estofados y otros platillos.

La sirena tenía una capacidad para que los alimentos le quedarán deliciosos. Taris se había dado cuenta, pero no le decía nada sino hasta dos semanas antes de las festividades que se celebrarían en la aldea, la cual tenía una actividad donde se presentaban los pasteles más sabrosos.

Incluso, el cumpleaños de Dáiady se acercaba.

Para esas cosas aún faltaba mucho. Taris se ahorró dinero y en secreto junto a toda la aldea, compró un hermoso vestido. Los habitantes le prometieron mantener en secreto ese detalle que le tenía preparado y hacían todo lo posible para no mirarla y levantar sospechas.

Aun así, muchas muchachas no eran tan discretas y se reían indiscretamente.

Dáiady solo las veía unos segundos y trataba de no darle importancia. Pero la curiosidad la carcomía y no sabía si decirle a Taris. La sirena se había fijado de que él estaba muy raro. Últimamente estaba muy alegre y cuando la veía sonreía más de lo demás.

"podrá decirme algunas cosas, pero sus sentimientos y emociones me dirán otras'' pensó un día.

Salió de la casa y se dirigió al mercado donde él le dijo que iría.

Dáiady caminó y se sumergió en medio de una gran multitud (desde la muerte del lobo/Liobeck muchas personas habían venido a vivir a la aldea), además era día de compras y había mucha gente.

La sirena avanzó hasta que encontró a Taris platicando tranquilamente con una chica pelirroja. Ella sintió que ese sentimiento que Taris sentía con ella lo estaba sintiendo en ese momento... ¡y la chica también! Las mejillas de Dáia se pusieron rojas y sus ojos brillaron con furia.

"Así que por eso es...'' pensó.

Se dio la vuelta y regresó a la casa.

-Bueno... entonces Jarie tendrás el pastel listo para ese día ¿verdad?

-Por supuesto Taris- dijo Jarie -, lo tendré listo. Esto me recuerda lo que hizo Hocber conmigo el año pasado... pensar en eso me hace sentir mariposas en el estómago otra vez.

Taris se rio y le dio un abrazo. Le dio las gracias y regresó a la casa. Taris estaba preparando una gran fiesta para Dáiady junto con todo el pueblo. Lo único que tenía que hacer era controlar sus emociones para que Dáia no lo supiera y luego...

-Dáia... ¿qué haces?

La sirena había hecho una maleta y todavía estaba arreglando algunos vestidos y ropas.

-Para que preguntas si ya conoces el porqué, Taris.

El lobo la miró extrañado y no supo que responder. La sirena sintió eso y enojada no aguantó más. Tiró un vestido sobre la cama y rompió a llorar, pero sin lágrimas. Taris intentó acercarse y abrazarla, pero ella lo rechazó de un empujón

-¡No te me acerques Taris, no lo hagas!

-Dáiady por favor, tranquilízate y dime que te sucede.

-¡¿Cómo tienes el descaro de preguntármelo todavía?!

-No sé a qué te refieres Dáia. Dímelo por favor.

El Lobo y la SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora